Una pequeña gota azul
En el Hotel Flora, donde residen los dos turistas estadounidenses, el propietario también ha decidido contribuir a la cruzada contra el plástico.
"Imprimimos un mapa en el que indicamos las fuentes de Venecia con una pequeña gota azul", cuenta Gioele Romanelli, mostrando una copia.
"Sirve una cantimplora, pero también se puede reciclar una botella pequeña de agua, que puede durar todo el día", asegura el hotelero, de 49 años.
En el momento de la llegada se informa a todos los clientes de la iniciativa y la "reacción siempre es entusiasta", se regocija.
"Y a veces se sorprenden al saber que el agua de Venecia es potable", confiesa.
"Con este pequeño gesto, nuestros clientes sienten que participan activamente en la batalla contra el plástico" y además los "responsabilizamos" frente a una ciudad única "que tiene una afluencia de turistas loca", añade.
Y a veces se sorprenden al saber que el agua de Venecia es potable
Romanelli ha eliminado también las dosis de champú y gel de ducha en las habitaciones a favor de los dispensadores recargables.
Y para servir el desayuno ha eliminado todos los envases de plástico y "utilizamos todo de cristal para los frutos secos, yogur, cereales, etc".
Venecia está recuperando gradualmente el número de turistas que recibía antes de la pandemia. La ciudad, de solo 50 mil habitantes, acogió en 2019 más de 5.5 millones de visitantes.
La alcaldía quiere limitar el número de visitantes a partir de enero de 2023 e introducir un impuesto para todos los que llegan a pasar el día y evitan pagar la tasa turística.
Se trata de un impuesto, que se paga on line y permite obtener un código QR controlable en los accesos a la ciudad, el cual pasa de tres a diez euros según la afluencia.
Va a ser la primera ciudad grande de Europa que experimenta esa medida, de manera de evitar que las multitudes invadan uno de los lugares más delicados y bellos del viejo continente construido sobre el agua.