El mojito es uno de esos tragos que provocan sentimientos encontrados. Por un lado, es muy básico –víctima de su propia popularidad– y es difícil de limpiar. Sin embargo, aunque quisiéramos, no podríamos decir que no es un trago perfecto: tiene la cantidad exacta de dulzor, una frescura reparadora –perfecto en esta época del año– y una carga histórica que se aleja de los bares y reside en las granjas (piensen en granjeros cubanos tratando de disfrazar el sabor de un ron barato).
Por su perfil tan amable en cuestión de sabor, el mojito es un trago que todo aquel que se jacte de ser un buen anfitrión en cenas o un amante de la coctelería debería de saber hacer. Y para hacerlo perfecto, estos son los tips infalibles.