Duerme lo suficiente
En el libro Why We Sleep, el neurocientífico Matthew Walker señala que no dormir ocho horas es perjudicial para el peso, pues la falta de descanso aumenta la concentración de una hormona que te hace sentir hambre, y a su vez, disminuye la que hace sentir saciedad. Así, a pesar de estar satisfecho te dan ganas de comer más. ¿Resultado? Panza segura. Moraleja de la historia: intenta dormir entre 7 y 9 horas al día para ganarle al hambre.
Cuida tu postura
Vivimos en una era en la que todo se presta a que vivamos jorobados: con escritorios, celulares y demás cosas que provocan que nos encorvemos, tendemos a relajar los músculos abdominales. Intentar mantener una postura derecha no sólo nos hace parecer más delgados, sino que mantiene los músculos abdominales activos. Intenta sentarte con la espalda recta, los hombros hacia atrás y ambos pies en el piso. Si fracasas, opta por comprar un corrector de postura.
Toma un vaso de agua antes de cada comida
Beber agua no sólo te ayudará a limpiar tu organismo, sino que hacerlo antes de cada comida ayuda a suprimir el apetito, por lo que comerás porciones más pequeñas. Asegúarate de siempre tener una botella de agua cerca de ti. Así será más fácil hacerte el hábito.
Modera tu consumo de azúcar
Sabemos que este es el punto al que nadie quería llegar, pero no se puede todo en la vida. Si te niegas a hacer ejercicio, al menos modera tu consumo de azúcar. Este compuesto recarga el hígado y puede provocar almacenamiento de grasa en –adivinaste– el abdomen. Evita comer azúcares simples (harinas, arroz blanco, panes), después de las 17:00. El objetivo es evitar que la comida se convierta en grasa innecesaria.