Existen muchas reglas culinarias que no están escritas en ningún lugar, pero que todos conocen (y muchos rompemos): solo se come carne en la comida y la cena; el pan dulce es para el desayuno, y el alcohol nunca debe consumirse antes del mediodía. Sin embargo, el fin de semana hay un momento mágico, uno que ocurre a partir de las 11 a.m., en el que los límites entre la mañana y la tarde se rompen. Es cuando la champaña se mezcla con el jugo de naranja, en la mesa conviven las hamburguesas y los hot cakes, y se valen todas las fantasías con las que el paladar pueda soñar: el brunch. Éste es el único espacio de la semana en el que es válido comer pan francés cuando el reloj indica p.m. y acompañarlo –a pesar de ser “comida de desayuno”- con un whisky.
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