La Torre Eiffel es el monumento de identidad francesa por excelencia, pero no siempre fue así. Al ser construida en 1889, la creación de Gustave Eiffel se enfrentó a las duras críticas de la sociedad parisina, pues su estructura arruinaba la postal del cena y rompía con la romántica arquitectura de la ciudad.
Pero, a pesar de estas críticas internas, la Torre Eiffel fue apreciada a nivel internacional. Londres , por ejemplo, supo desde el primer momento que esta se convertiría en un símbolo de identidad nacional y por eso se planteó crear su propio monumento.
De acuerdo con Chaz Hutton, en 1890, la compañía The Tower Company Ltd. Invitó a diferentes arquitectos a diseñar la ‘Gran Torre de Londres’. Está debería albergar restaurantes , baños turcos, jardines y, por lo menos, un teatro.
Casi 70 diseños llegaron de todos los rincones del mundo. La obra ganadora imitaba el diseño de la torre original y llegaría a ser 50 metros más alta que la original. Sin embargo, apenas llegó a ponerse en marcha antes de cancelarse por falta de ayuda y financiación.
Ante esto, tuvieron que conformarse con una construcción menos ambiciosa. La nueva estructura de 158 metros de altura imitaba en detalles a la Torre Eiffel, pero nunca consiguió la fama de la primera. Aún así abrió al público y, durante un tiempo, fue visitada por viajeros internacionales que paseaban por los parques ingleses.