Las últimas fotos de Marilyn Monroe en París
Han pasado 55 años desde que la mujer más irresistible del siglo XX dejó este planeta: Marilyn Monroe es ese grifo abierto de provocación, cachondería y espasmos de sublimidad etérea que, parafraseando a los Smiths, sería algo así como “aquella luz que jamás se extingue”. Y es que no sólo sus senos generosos y caderas delineadas, además de un rostro angelical, eran su mejor atractivo, también era sensible, una ávida lectora de poesía, le fascinaban los versos de E.E. Cummings, de Robert Frost y de Walt Whitman, e incluso fue íntima amiga de Truman Capote y de Karen Blixen, de Pasolini y Norman Mailer y Carson McCullers.
Pienso que el entrañable genio del teatro americano, Arthur Miller, la esposó por un motivos que van más allá de la epidermis y las muy seguras fantasías que ella le evocaban, y es que Marilyn Monroe era la perfección tangible, pero también turbia, intensa, propensa al colapso y la decadencia.
Y para recordarla en la justa medida y proporción de su efímera belleza, la exposición fotográfica The Last Sitting que, desde junio, ocupa el espacio de DS World Paris de la capital francesa los espera hasta el 6 de enero de 2018. Son 59 imágenes de la musa, en las que posa en su última sesión fotográfica –para Vogue– donde la mirada de Marilyn se fija en la lente de Bert Stern, precisamente un mes antes de su muerte, con un asomo de melancolía, de belleza en peligro de extinción, como el último recuerdo de la amante envuelta entre las sábanas de un hotel de paso.
Así de triste, pero excitante, Olivier Lorquim, director del Musé Maillol, arma esta muestra que celosamente la presume íntima y emotiva, pensando en los momentos que ambos vivieron en el verano del 62.
Dirección: 33 rue François, París, Francia.