Conoce Joyà, la cena-show de Cirque du Soleil
Todo foodie que es invitado a una "cena-show" se imagina el tercer círculo del infierno de Dante (léase: el infierno de los glotones; todo mal). Sopa de maicena con alguna verdura difícil de descifrar, pollo en salsa cremosa con sabor a quién sabe qué, y un postre también cremoso que tiende a aceite vegetal con fresas. Triste, realmente triste que la industria del entretenimiento y la culinaria decidieron divorciarse hace tiempo. Hasta hoy.
La gran sorpresa se llama Joyà, es parte de Cirque du Soleil y sucede en plena Riviera Maya.
Les cuento: todo empieza en una biblioteca donde una especie de vampiro prepara un drink con ingredientes muy al estilo del show; lagrimas de dragón, saliva de cocodrilo, pelo de rana calva, etc. La realidad detrás de este performance es un martini hecho con técnicas de cocina molecular que resulta en un gran coctel con sabores a menta, moras y el toque exacto de alcohol. Después, pasas a la sala principal donde espera una mesa perfectamente bien puesta, descorchan una botella fría de champagne y las picas del chef: tres snacks realmente buenos para abrir boca.
Posteriormente te dan un menú –hecho de oblea comestible– servicio de pan calientito horneado en casa (si, es un show y hornean su propio pan), acompañado de mantequilla mexicana con epazote y polvo de huitlacoche, un dip de chaya y aceitunas; perfectos para disfrutar la música en vivo que acompaña la cena.
El primer tiempo es un platón de 3 entradas bien logradas y diversas: jamón ibérico con lajas de jitomate deshidratado, queso ramonetti y esferas de melón; atún ahumado con queso de cabra y chía; y una muy cremosa ensaladilla de jaiba. Las entradas están maridadas con champagne. Para el plato principal, las opciones son: 1) salmón con salsa de achiote y naranja agria acompañada de elote y camote y 2) costilla de res braseada con tuétano al horno acompañado de una espectacular salsa de cenizas de chiles mayas. Mi elección, desde luego, fue el short rib –el Salmón, como dice mi querido Benito Molina, no es mexicano–. Mi elección logró su cometido, lenta cocción, sabores profundos, suavidad total y sabrosas guarniciones.
La experiencia de postre no se queda nada atrás, ya que también va acompañada de su respectivo performance. Los postres son cuatro, perfectamente presentados en un libro –siguiendo la idea temática del show– donde vienen: 1) una barra de pastel de chocolate oscuro con macadamia y semillas de cilantro, 2) un pudín de pan tropical con chocolate blanco, plátano, fruta de la pasión y ron, 3) una tartaleta de crema de lima yucateca con avellanas para no olvidar y 4) un crème brûlée de flor de jamaica. La riqueza y diversidad del menú de postres solo hacen de este último capítulo –acompañado de la parte final del performance musical y justo antes de empezar el espectáculo principal, con luces cada vez más tenues y más champagne– una delicia.
La gratísima cena termina ahí. A mí me faltó un expreso o un buen digestivo que además me acompañe al show, sin embargo el verdadero postre se llama Joyà, una puesta en escena con toda la calidad y genialidad creativa de Cirque du Soleil que no le pide nada a ninguno de sus otros shows alrededor del mundo, con la particularidad de que éste es el único show con una experiencia culinaria, que hoy, ya es un modelo que Cirque du Soleil quiere replicar en otras de sus franquicias.
¡Felicidades a quienes hoy nos entregan esta experiencia! Un clarísimo #FoodBest.
Yo me pregunto: ¿qué sucede cuando sumas la genialidad creativa de Guy Laliberté (creador y fundador del fenómeno Cirque du Soleil) la perseverancia y arrojo de Daniel e Iván Chavez (de grupo VIDANTA, el anfitrión) y la estupenda cocina bien ejecutada de Alexis Bostelmann? Joyà, sucede Joyà y es algo que, considero, no debes perderte.
Nos vemos a la próxima, ¡o comamos!
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