Te explicamos de qué va el 'Puppy Play', una práctica de sexo con disfraces
Existe una delgada línea entre tener un amor incondicional a los animales y sentirte uno de ellos.
El término pup play o puppy play se utiliza para nombrar a las personas que no sólo se visten como perros, gatos o vacas, sino que disfrutan comportarse como éstos; comer directamente de un plato de plástico, ladrar y caminar a cuatro patas si deciden ser un canino, mugir si eligen actuar como vaquilla o adoptar los comportamientos propios de la especie que se escoja, sin importar si se trata de una domesticada o no.
Sin embargo, aterrizada al plano sexual, esta práctica se enfoca en el juego de poder, en sentirse sometido o, del lado contrario, amo de la otra persona.
La tendencia se desprende del BDSM (Bondage/Discipline, Dominance/submission y Sadism/Masochism, por sus siglas en inglés) y ha tomado fuerza desde hace quince años gracias a la web, en donde cada vez más gente encuentra a otros tantos afines a este fetiche.
Quienes visten el disfraz son llamados peludos o furries, sin importar su género u orientación sexual, y los otros simplemente fungen como sus dueños. De aquí se desprenden algunas variantes como las ponygirls, quienes usan los accesorios básicos de los deportes ecuestres: herraduras, bridas, montura y una cola falsa; aunque los elementos más recurrentes son el látex, algunas botargas con peluche o una simple máscara, sin nada que cubra el cuerpo.
Su práctica se ha vuelto tan popular que se adueñó de un espacio en la ciudad de San Francisco con el Puppy Pound, una fiesta mensual para toda la comunidad pup.
Y es que, a pesar de lo perturbador que puede sonar, quienes la han experimentado la definen como una alternativa al clásico dominador-dominado en donde está permitido dejarse llevar por el lado más instintivo.