La llegada del Titán Loco fue paulatina, lo que contribuyó a la sensación de una amenaza que se cierne. La de Loki fue inmediata al darse en los primeros minutos de Thor y más importante aún, en paralelo con la de Thor: dos pequeños asgardianos creciendo con las proezas de su padre y el sueño de emularlas algún día. Decisiones que de primera mano parecen intrascendentes pero que son claves para alejar al personaje del comic norteamericano y acercarlo a la tragedia shakesperiana: alguien que ambicionaba el poder, pero también el cariño y el reconocimiento de los suyos.
No menos curiosa fue la exquisita contradicción asentada desde sus bases, con una naturaleza falaz que impactaba de lleno con los sentimientos más auténticos. Todo plasmado en diálogos tortuosos como “a veces soy envidioso, pero nunca dudes que te amo” que le dice a su hermano en los primeros minutos del filme o en las francas reclamaciones a Odín porque “no importa cuánto digas que me amas, nunca podrías tener un Gigante de Hielo sentado en el trono de Asgard”.
No pasó mucho tiempo para que esta construcción le valiera ser considerado el mejor villano de la Fase Uno. Una etiqueta, hay que decirlo, que no parecía tan difícil de alcanzar al competir con personajes como Obadiah Stane, Emil Blonsky y Red Skull. Malvados efectivos pero unidimensionales, que funcionaban en provocar dolores de cabeza a nuestros héroes, pero en ningún momento establecían conexiones emocionales con el público. Loki los rebasó a todos con facilidad al dejar atrás los viejos esquemas del bien y del mal para ascender como un personaje complejo, lo que a su vez lo tornó fascinante e hipnótico.

Esto, aunado a los deseos de Marvel Studios por mantenerse fiel al cómic, le valieron el derecho a ser el gran rival a vencer de The Avengers: Los Vengadores, un suceso histórico al ser el primer crossover en la historia del subgénero y en donde el asgardiano volvió a brillar con tales muestras de astucia y agudeza que por momentos permitieron someter al grupo de héroes. Todo esto bajo las órdenes de un Thanos que era introducido como un peligro superior, pero que narrativamente aún no significaba nada.