Temas de alto impacto
Si hay algo que siempre ha sobresalido en la obra de Alejandro González Iñárritu son sus temas. En una industria que apunta cada vez más al conflicto externo, el mexicano siempre se decanta por el interno, potenciado eso sí, por toda clase de frustraciones provenientes del complejo mundo en que vivimos. Así lo hizo con su Trilogía del Dolor, centrada en los tormentos de una existencia que no entiende de razones frente a la trágica casualidad de un accidente, un implante o un disparo al aire.
Fue así como se convirtió en un director que disfruta encarando al personaje con su destino. Como cuando el protagonista de Biutuful debe decidir qué hacer con el poco tiempo de vida o el de Birdman si abraza esa doble identidad que le persigue y le carcome, pero al mismo tiempo le seduce con sus libertades. Ni siquiera El renacido escapa de la línea: es el conflicto más externo de su obra, con un hombre que debe enfrentarse a los elementos para sobrevivir, pero sin descuidar las emocionas tras una existencia sacudida por la maldad humana.
Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades se mantiene en la línea con una historia de migración invertida poco común dentro del cine nacional. Un periodista que vuelve al país que una vez fuera su hogar sólo para descubrir lo mucho que este y su gente han cambiado. ¿O acaso es él quien lo ha hecho? Poco importa la respuesta, ya que el impacto entre expectativa y realidad dejará una crisis de identidad que se torna cada vez más común en un mundo globalizado en el que cada vez es más difícil generar sensaciones de pertenencia. O como él mismo dijera: “todo el tiempo morimos y renacemos. Para mí, emigrar es morir un poco. Implica aceptar de alguna forma el final de algo, y de renacer de nuevo y reinventarte. Esa integración a una nueva cultura también implica la desintegración de lo anterior”, reportó El País .
Alianzas mexicanas
No sólo es el director. Toda producción cinematográfica tiene elementos clave que son determinantes según las características de cada proyecto. En la obra de Alejandro González Iñárritu, algunas de estas posiciones de honor han sido ocupadas por mexicanos con quienes el cineasta ha establecido fructíferas alianzas. El primer nombre que salta a la mente es, sin duda, Guillermo Arriaga quien fungiera como guionista de la multilaureada "Trilogía del Dolor" integrada por Amores perros, 21 gramos y Babel. Una relación sumamente fructífera que terminó por quebrarse cuando “algunas revistas empezaron a decir que este señor era el director de mis escritos y eso lo enfureció”.
Años después, colaboró con otro mexicano que resultó clave en sus intenciones narrativas: el cinefotógrafo Emmanuel Lubezki, mejor conocido mundialmente por su mote de "el Chivo". Colaboraron en Birdman, pero El renacido marcó el pico de la alianza con una fotografía naturalista que fue elogiada como pocas. Su último trabajo juntos, al menos por ahora, fue el corto Carne y arena.