La vida se abre camino. La premisa básica de Jurassic Park no sólo aplica para los dinosaurios, sino para la propia franquicia. Pocas trilogías en la historia del cine tienen caídas tan estrepitosas en crítica y taquilla como las de las tres primeras entregas prehistóricas. La película que lo empezó todo ostenta un 92% en el agregador y una recaudación histórica de 1 mil 45.6 mdd que afianzan su condición de clásico imperecedero. No es el caso de El mundo perdido y Jurassic Park III, ambas reprobadas con 53% y 48%, y con ingresos respectivos de 618.6 mdd y 365.9 mdd. Números que invariablemente sugerían que la saga estaba condenada a la extinción.
Pero al final, los grandes especialistas en el tema hicieron que el regreso fuera posible. No nos referimos a los científicos de InGen, sino a la mente maestra de Colin Trevorrow, cuya pasión manifiesta por el filme original y por la obra de Steven Spielberg fueron determinantes en su elección como director de Jurassic World. Una cuarta parte muy peculiar que innovó en mostrar un parque completamente funcional hasta que todo se viene abajo como resultado de la ambición humana, pero que se mostró sumamente fiel a los sucesos vistos en 1993 y dicho sea de paso, profundamente nostálgico con infinidad de referencias.