Sangrientos y endiablados 70
A nadie debería sorprender que el terror navideño alcanzara un pico de popularidad durante los 70. Mucho menos que este no se diera desde el fantástico, sino desde la crudeza del slasher, con filmes como Silent Night, Bloody Night (1972) o Home for the Holidays (1972), ambos centrados en asesinos seriales que se ven desatados en plena temporada decembrina. Mención aparte para Black Christmas (1974), el clásico de terror navideño por excelencia y cuyas aportaciones al cine festivo le hicieron ser considerada fuente de inspiración para la mismísima Halloween (1978).
Si la pantalla mostró unas navidades tan violentas fue en buena parte por las sensaciones de desesperanza que aquejaron a la unión americana desde mediados de los 60, resultado de la Guerra Fría, Vietnam, diferencias raciales y la creciente ola de violencia al interior del país. Es así como llegamos a nuestro tercer momento, con una decadencia social tan profunda que incluso impactó directamente en el sistema de creencias de los Estados Unidos, lo que resultó en el surgimiento de la Iglesia Satánica encabezada por Anton LaVey, así como la creación de numerosas sectas, muchas de ellas de naturaleza extremadamente violenta, como fue el caso de la llamada familia de Charles Manson, responsable de algunos de los crímenes más brutales de su tiempo.
Una infame combinación que explica la popularización del slasher navideño, pero también el aumento del terror religioso relacionado con estos mismos festejos y que alcanzó la cumbre con El bebé de Rosemary (1968) y El exorcista (1973). La primera no se desarrolla en la temporada, pero sí que adopta varios símbolos del nacimiento de Jesús como son la gestación, la virginal doncella que da a luz al elegido y tres individuos que llegan cargados de regalos. La segunda sí que se desarrolla en los días festivos, pero más importante aún fue que estrenó un 26 de diciembre, lo que fue visto como una afrenta directa por parte de la iglesia cuando todo fue producto de todo tipo de incidentes que impidieron abrir en el día elegido originalmente. El destino quiso que el día después de la Navidad se convirtiera en un “gran día para un exorcismo”. Y fue así como la década de los 70 selló para siempre el lazo entre la Navidad y el terror.
Diciembre siempre será el mes de la paz espiritual y amor al prójimo, pero no por ello queda exento de unas cuantas pesadillas. Presten atención la próxima vez que contemplen esa silueta roja tras el árbol. Tal vez no sea la visita que esperaban.