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El cine de terror: un placer de la temporada decembrina

¿Por qué nos gusta ver películas escalofriantes en plena Navidad? La respuesta es más compleja de lo que podrían imaginar.
mar 28 diciembre 2021 10:48 AM
Terror-Navidad
El terror en Navidad es una relación íntima de la que poco se habla.

Las lecturas contemporáneas de las fiestas decembrinas hablan de una época de paz espiritual y amor al prójimo. Una tendencia que suele manifestarse de lleno en distintas tradiciones como son el decorado, la cena familiar y los villancicos, así como en un cine navideño caracterizado casi netamente por la jovialidad, el optimismo y los finales felices. Toda crítica a estos tiempos de alegría, para muchos excesivos y superficiales, suelen ser mal vistos cuando realizados desde el carácter individual. No así desde el terreno cinematográfico, con una industria que se ha empeñado en la profanación navideña desde el terror.

La práctica se remonta a los albores del propio celuloide, al grado que en todo el siglo XX y hasta la actualidad no ha habido una sola década sin una película de terror decembrino. La primera fue Scrooge, or, Marley’s Ghost (1901), cortometraje inspirado en Un cuento de Navidad (1843) de Charles Dickens, pero centrado en el encuentro de Ebenezer Scrooge con el espectro de su difunto socio Jacob Marley, cuyos pecados en vida le han impedido alcanzar el descanso eterno. Una elección que dista mucho de ser casualidad y a la que volveremos más adelante.

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Pero lejos de ser un fenómeno moderno, la comunión entre el terror y las Navidades puede rastrearse en tres momentos clave. El primero de todos se da muchos siglos atrás. Tantos, que implica culturas ancestrales y sus respectivas figuras paganas, como el Krampus germano y el Joulupukki finés, hibridaciones animales antropomórficas, casi siempre dominadas por el macho cabrío, que no premian la bondad sino que castigan la maldad. Aunque sus respectivos países, en un esfuerzo por preservar sus tradiciones, han tratado de equipararles con Santa Claus para hacerles menos terroríficos, sus perturbadoras bases les han convertido en auténticos espíritus oscuros ante los ojos del mundo.

Estos y otros personajes han figurado entre los grandes protagonistas del cine de terror navideño. Ya sea de manera directa como Krampus (2015), cuyo ente titular funge como “un recordatorio de lo que sucede cuando la esperanza se pierde, la creencia se olvida y el espíritu navideño muere“. O indirecta como Jack Frost (1997) o Santa’s Slay (2005) que distorsionan a los emblemas más convencionales de la temporada para mostrarlos como verdugos de quienes deben pagar por sus malas acciones.

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Temores victorianos

La comunión entre el miedo y las fiestas decembrinas continuó cuando los relatos de terror navideño se popularizaron en Inglaterra, en los viejos tiempos en que la gente ambientaba sus largas veladas con historias de fantasmas que contrastaban la decadencia y la muerte con la promesa del renacimiento suscitada de la Navidad, el nacimiento de Cristo y el nuevo año. The Winter’s Tale (1623) de William Shakespeare es un buen ejemplo de la tendencia, así como de lo añejo de la práctica.

Su consolidación llegó en la era victoriana, con la imprenta que ayudó a la divulgación de los viejos relatos, así como con el llamado factor Dickens surgido de su previamente mencionado Un cuento de Navidad. Si hoy día es visto como un relato de esperanza es en buena parte porque el cine y la televisión lo suavizaron hasta convertirlo en un clásico familiar, cuando una lectura a profundidad sugiere una historia de terror. Por la referida visita del fantasmagórico Marley, así como por los tormentos padecidos por el avaro Scrooge durante sus encuentros con los fantasmas de las navidades en donde se enfrenta con los demonios de su pasado, encara las sensaciones que provoca en su presente y visualiza su terrible destino si no cambia su forma de vivir. Una noche de profunda reflexión, pero también de auténtica pesadilla que sólo deja dos opciones al personaje central: el cambio obligado o la condena eterna.

Es un hecho incuestionable que el audiovisual alteró su esencia para siempre, pero también heredó su legado con toda clase de oscuras reflexiones potenciadas por el marco navideño. No sólo con historias de espectros y aparecidos, sino con el cruentísimo reflejo de una sociedad cada vez más retorcida que, a diferencia de Scrooge, no tenía margen de salvación y debía ser castigada a toda costa.

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Sangrientos y endiablados 70

A nadie debería sorprender que el terror navideño alcanzara un pico de popularidad durante los 70. Mucho menos que este no se diera desde el fantástico, sino desde la crudeza del slasher, con filmes como Silent Night, Bloody Night (1972) o Home for the Holidays (1972), ambos centrados en asesinos seriales que se ven desatados en plena temporada decembrina. Mención aparte para Black Christmas (1974), el clásico de terror navideño por excelencia y cuyas aportaciones al cine festivo le hicieron ser considerada fuente de inspiración para la mismísima Halloween (1978).

Si la pantalla mostró unas navidades tan violentas fue en buena parte por las sensaciones de desesperanza que aquejaron a la unión americana desde mediados de los 60, resultado de la Guerra Fría, Vietnam, diferencias raciales y la creciente ola de violencia al interior del país. Es así como llegamos a nuestro tercer momento, con una decadencia social tan profunda que incluso impactó directamente en el sistema de creencias de los Estados Unidos, lo que resultó en el surgimiento de la Iglesia Satánica encabezada por Anton LaVey, así como la creación de numerosas sectas, muchas de ellas de naturaleza extremadamente violenta, como fue el caso de la llamada familia de Charles Manson, responsable de algunos de los crímenes más brutales de su tiempo.

Una infame combinación que explica la popularización del slasher navideño, pero también el aumento del terror religioso relacionado con estos mismos festejos y que alcanzó la cumbre con El bebé de Rosemary (1968) y El exorcista (1973). La primera no se desarrolla en la temporada, pero sí que adopta varios símbolos del nacimiento de Jesús como son la gestación, la virginal doncella que da a luz al elegido y tres individuos que llegan cargados de regalos. La segunda sí que se desarrolla en los días festivos, pero más importante aún fue que estrenó un 26 de diciembre, lo que fue visto como una afrenta directa por parte de la iglesia cuando todo fue producto de todo tipo de incidentes que impidieron abrir en el día elegido originalmente. El destino quiso que el día después de la Navidad se convirtiera en un “gran día para un exorcismo”. Y fue así como la década de los 70 selló para siempre el lazo entre la Navidad y el terror.

Diciembre siempre será el mes de la paz espiritual y amor al prójimo, pero no por ello queda exento de unas cuantas pesadillas. Presten atención la próxima vez que contemplen esa silueta roja tras el árbol. Tal vez no sea la visita que esperaban.

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