En la grada, primero el silencio, roto por algunos aplausos. Y a la vez que iban llegando mejores noticias sobre el estado del jugador, irrumpieron los gritos de apoyo, iniciados por la hinchada finlandesa, que se llevó la recompensa en forma de ovación de los aficionados locales.
El otro partido que se jugó después, por deseo de los jugadores al conocer que Eriksen estaba bien, fue precedido de gestos de ánimo y un corro de equipo y técnicos daneses en el medio del campo.
Dinamarca salió a comerse a Finlandia, manteniendo la misma receta, aunque algo más acelerada. Con Mathias Jensen en lugar de Eriksen. Fue el jugador del Brentford con pasado fugaz en el Celta el que avisó con un tiro que se fue alto.
Finlandia era un frontón. Toivo sacó de cabeza un centro de Wass casi debajo de portería. Pero en su único tiro a puerta, Pohjanpalo cabeceó un buen centro de Uronen. Y Schmeichel se comió el remate.
Dinamarca se fue al ataque con todo. Skov Olsen salió por Wind y Poulsen pasó a ocupar el puesto de delantero centro. Pero ya sin mucha paciencia, abusando de los centros, mientras Finlandia se gustaba encerrada atrás y no pasaba grandes apuros.
Hasta que el árbitro pitó como penalti un ligerísimo contacto de Arajuuri con Poulsen. Højbjerg lo tiró fatal, muy centrado y sin fuerza. Ahí parecía irse la oportunidad de que Dinamarca se reenganchara al partido.
Salió el gigantón Cornelius. Dinamarca seguía encerrando a su rival, pero el gol no llegaba. Ni Braithwaite ni Poulsen podían con el muro finlandés. La épica no resultó. Dinamarca, que solo había perdido dos partidos de 45 en cinco años, queda muy comprometida.
Dentro de cinco días contra Bélgica, precisamente el único equipo capaz de ganarle en ese período, está obligada a puntuar para seguir con vida. A Finlandia, en cambio, se le abre un panorama inesperado y se ve con opciones de seguir haciendo historia.