Isaac Cherem se hizo cineasta cuando dejó la casa de sus padres, a los 23 años. “No es común entre los judíos irte a vivir solo sin haberte casado, aun siendo hombre. Eso es muy inusual”, dice el director de Leona, drama romántico que estrena hoy en cines, protagonizado por Naian González Norvind y Christian Vázquez.
"Hice esta película para estar en paz con quien soy": Isaac Cherem
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Independizarse, que para él significó verse a sí mismo y a su comunidad desde una nueva perspectiva, fue la ruta que lo llevó a encontrar la historia que sería su ópera prima, Leona, que le valió a Naian el premio a Mejor Actriz en el Festival de Morelia, en 2018. “Hasta que no me salí de ahí, de esa burbuja, pude tener un ojo un poco más crítico”, confiesa el también productor de la película Dos veces tú (2020). “Al principio sentí mucho enojo de haber crecido de forma tan hermética, tan poco diversa".
La trama de Leona se le reveló cuando se mudó con un amigo no judío que era novio de su mejor amiga judía. Notó lo complejo que era una relación a futuro por los códigos religiosos y la presión familiar. “Veía en ellos ambos lados de la historia, era una pareja que se amaba tanto pero que les resultaba tan complicado estar juntos”.
Sin embargo, esta película, en su subtexto, va mucho más allá del drama romántico. El guión lo escribió en dos años, y lo volvió a escribir —pero conservando la esencia de Ariela—, junto a la actriz y protagonista de este filme Naian González Norvind.
“Escribí lo que me estaba pasando”, confiesa. “Esa inconformidad fue el empuje para empezar el guión. Después Naian vino a contribuir mucho en la historia porque aportó su experiencia como mujer y su transición a la adultez como miembro de una familia liberal artística, igual que el persona que interpreta, y casi opuesta a la mía”.
El tema eje del filme es para Cherem la búsqueda de la individualidad, durante la transición a la adultez, y cómo ésta se ve imposibilitada por los códigos arcaicos de una religión. Es punto de vista crítico, puso el dedo en la llaga. “Se dice que no hay que hablar de religión o política para llevarla la fiesta en paz; para mí fue lo opuesto: yo no estuve en paz hasta que hablé de religión. A partir de hacer esta película pude realmente hacer un ejercicio de introspección para estar en paz con quien soy yo y la responsabilidad que significa la adultez”.
¿Esta película representó un distanciamiento de tu religión?
En definitiva hubo un distanciamiento. Hoy en día no soy religioso. Sin embargo, entiendo la historia, la conozco, y bien sé las implicaciones que ese pasado tienen en mí. Por lo tanto me considero judío, porque serlo va más allá de una religión.
Pusiste el dedo en la llaga, ¿qué tipo de reacciones generó la película en tu comunidad?
Las reacciones han sido muy interesantes. El discurso que yo quiero decir con la película es sobre la búsqueda de la individualidad, porque crecer dentro de comunidad judía de México implica una manera de vivir muy grupal, siempre ver por el bien de la comunidad, sin entender que el bien de la comunidad viene de los individuos y que el bien tiene que ser para las personas y no para la comunidad, porque la gente de este grupo está siendo oprimido por un sistema moral y religioso que daña.
¿Por qué sucede eso? ¿Por qué el hermetismo, la imposibilidad de tener por pareja a alguien que no profese la religión?
Conforme comienzan a obtener la comodidad econonómica en México, cuando se establecen y pueden vivir en Polanco o la Roma, comienza también en la comunidad judía un hermetismo, preservan esas costumbres que tenían en Alepo sin pensar que éstas son machistas, misóginas o en general opresivas para la época en que se crean y mucho más para la época de hoy en día.
Te planteo esta pregunta con mucho respeto. Se tiene la percepción de que para la comunidad judía el dinero es muy importante. ¿Cuánto ha influido el dinero en la forma en la que los judíos aman?
Ha influido en todo. En mi familia el dinero si ha sido un factor principal. La historia de mis papás está atravesada por este elemento. A mi papá no lo querían porque no tenía dinero. Su suegro, mi abuelo, sí tenía y le enseña a trabajar y a partir de ahí mi papá empieza a tener dinero y a sentirse digno… no solo de mi mamá sino de tener una familia, de vivir la vida. Y eso llega hasta a mí. En la prepa yo pensaba cómo le voy a hacer para ganar todo el dinero necesario para tener una familia, entonces pensaba que debía estudiar relaciones internacionales.
Ser cineasta, apostar por el arte, fue romper con todo eso, ¿no?
Claro. Yo en realidad quería ser actor, pero no me atreví porque cuando tenía 15 años para mí eso tenía una connotación de pobre. Y pensaba que director de cine, no [Isaac suelta una carcajada]; ilusamente yo pensaba en Spielberg o gente rica de Hollywood. Pero, en ese sentido, ser cineasta representó una decepción y una incomprensión de mis papás hacia a mí. Mi papá me dijo: “Estudiar cine es como estar en el estadio Azteca lleno de gente y que solo a uno le toque el boleto ganador. ¿Cómo vas a ser tú el ganador, cabrón? Obviamente no, no lo vas a lograr”. Ahora me siento comprendido porque ya conocen mi trabajo y porque no les he pido un peso. Por eso hay un respeto desde el oficio.
La premier de la película fue hace dos años en el Festival de Morelia, ¿cuándo difícil fue llevarla a cines, sobre todo en este contexto?
Es complicado estrenar una película de este tipo porque los exhibidores esperan comedia complacientes. Yo ya no quería esperar el momento indicado y decidí que con el dinero que temía estrenar en todas las salas que pudiera. Agarré la película y fui a cada una de las salas y hablé con cada uno de los gerentes, esperé a que la descargaran en el proyector y me la llevé al siguiente cine, imprimí unos pósters en la papelería y los fui a entregar y así.