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El actor mexicano camina de vuelta a su departamento, en el barrio Chamberí, ese espacio que cada vez empieza a sentir más como su casa. No imaginó que sería así, cuando a principios de este año hizo la maleta para irse solo dos meses y medio. Le pido a Alejandro que platique cómo es caminar en Madrid, solo, viviendo una vida que no imaginó: ¿qué ideas le pasan por la cabeza, cómo lo mira la gente, lo reconocen? “Justo hace unos instantes, entraron unas personas al metro y se me quedaron viendo. Como traigo el cubrebocas, medio pensaron que era yo”, dice riendo. “Es muy bonito que me conozcan en mi país, pero llegar a uno nuevo y que también lo hagan me parece muy especial. La internacionalización que estoy intentando está sucediendo y, bueno, espero que esto siga así, que haya más oportunidades para mí aquí”.
Esta escena en el metro, que pudiera resultar trivial, es más que una viñeta. Funciona para dimensionar el salto exponencial que dio su carrera en tan solo unos meses. A Alejandro —en apariencia— le tomó muy poco lo que a muchos actores les lleva años, o simplemente no logran. Pasó de ser solo conocido en México a ser reconocido en Latinoamérica y, sobre todo, en España, debido a que el director y guionista Manolo Caro (La casa de las Flores) lo invitó a Madrid para protagonizar Alguien tiene que morir, miniserie situada en la época del franquismo que lo consolidó como el “Chico Net ix”. “No imaginaba que esto podía suceder, lo veía tan lejano”, asegura Alejandro, quien tiene 3.6 millones de seguidores en Instagram. “Pero creo que como actores, por la potencia de las plataformas de streaming, estamos en un momento inmejorable en el que tenemos la oportunidad de conectar con muchos más públicos, y eso es lo que al final buscamos”.

También ha influido, mediáticamente, el interés que despierta su relación con la actriz española más famosa de la actualidad, Ester Expósito, fenómeno de Instagram con 26 millones de seguidores, protagonista de la serie de Netflix Élite —un hit entre los adolescentes de varios países hispanoparlantes— y su coprotagonista en Alguien tiene que morir. “Estoy muy contento, en un punto de mi vida en el que me siento pleno en todos sentidos, personalmente y laboralmente. Ojalá que este sentimiento sea muy largo, porque está siendo muy placentero”.
Con esa que durante muchos años, pese a su corta edad, se llegó a obsesionar con trazar rutas hacia sus objetivos como actor. Pero ya no. Tan radicalmente positivo ha sido el cambio que está aprendiendo a fluir. “Ya me planteo tan poco las cosas. Aunque me parece bien ponerse metas, ahora tengo el deseo, más no la obsesión”, revela. “Hace tiempo que dejé de planear ciertos objetivos tan establecidos, porque todo lo que he planeado ha sucedido diferente, pero para mi fortuna de mejor forma. Estoy en un punto en el que sigo la idea de sorprenderme, de confiar que el esfuerzo y la dedicación finalmente dan resultados, que es algo que veo ahora”.