Es una tarde fría de principios de noviembre en Madrid. Del otro lado del teléfono se escucha la voz de Alejandro Speitzer, que se mezcla con el bullicio de la calle Santa Engracia. “Perdona por todo el ruido, es que estoy afuera”, dice Alejandro, después de que el sonido de una motocicleta atropella su voz cuando explicaba con asombro y felicidad el acelera- do proceso de internacionalización que tuvo su carrera en 2020, al figurar en las populares series Oscuro deseo y Alguien tiene que morir.
La vida que Alejandro Speitzer no imaginó
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El actor mexicano camina de vuelta a su departamento, en el barrio Chamberí, ese espacio que cada vez empieza a sentir más como su casa. No imaginó que sería así, cuando a principios de este año hizo la maleta para irse solo dos meses y medio. Le pido a Alejandro que platique cómo es caminar en Madrid, solo, viviendo una vida que no imaginó: ¿qué ideas le pasan por la cabeza, cómo lo mira la gente, lo reconocen? “Justo hace unos instantes, entraron unas personas al metro y se me quedaron viendo. Como traigo el cubrebocas, medio pensaron que era yo”, dice riendo. “Es muy bonito que me conozcan en mi país, pero llegar a uno nuevo y que también lo hagan me parece muy especial. La internacionalización que estoy intentando está sucediendo y, bueno, espero que esto siga así, que haya más oportunidades para mí aquí”.
Esta escena en el metro, que pudiera resultar trivial, es más que una viñeta. Funciona para dimensionar el salto exponencial que dio su carrera en tan solo unos meses. A Alejandro —en apariencia— le tomó muy poco lo que a muchos actores les lleva años, o simplemente no logran. Pasó de ser solo conocido en México a ser reconocido en Latinoamérica y, sobre todo, en España, debido a que el director y guionista Manolo Caro (La casa de las Flores) lo invitó a Madrid para protagonizar Alguien tiene que morir, miniserie situada en la época del franquismo que lo consolidó como el “Chico Net ix”. “No imaginaba que esto podía suceder, lo veía tan lejano”, asegura Alejandro, quien tiene 3.6 millones de seguidores en Instagram. “Pero creo que como actores, por la potencia de las plataformas de streaming, estamos en un momento inmejorable en el que tenemos la oportunidad de conectar con muchos más públicos, y eso es lo que al final buscamos”.
También ha influido, mediáticamente, el interés que despierta su relación con la actriz española más famosa de la actualidad, Ester Expósito, fenómeno de Instagram con 26 millones de seguidores, protagonista de la serie de Netflix Élite —un hit entre los adolescentes de varios países hispanoparlantes— y su coprotagonista en Alguien tiene que morir. “Estoy muy contento, en un punto de mi vida en el que me siento pleno en todos sentidos, personalmente y laboralmente. Ojalá que este sentimiento sea muy largo, porque está siendo muy placentero”.
Con esa que durante muchos años, pese a su corta edad, se llegó a obsesionar con trazar rutas hacia sus objetivos como actor. Pero ya no. Tan radicalmente positivo ha sido el cambio que está aprendiendo a fluir. “Ya me planteo tan poco las cosas. Aunque me parece bien ponerse metas, ahora tengo el deseo, más no la obsesión”, revela. “Hace tiempo que dejé de planear ciertos objetivos tan establecidos, porque todo lo que he planeado ha sucedido diferente, pero para mi fortuna de mejor forma. Estoy en un punto en el que sigo la idea de sorprenderme, de confiar que el esfuerzo y la dedicación finalmente dan resultados, que es algo que veo ahora”.
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Veterano con suerte
No lo parece, pero es un veterano. De sus 25 años de vida, ha actuado 20. Alejandro Speitzer nació el 31 de mayo de 1995 en Culiacán, Sinaloa; empezó a actuar por imitación, por seguir los pasos de su hermano Carlos. A los cinco años fue a un casting para Plaza Sésamo: su hermano fue elegido, pero él no. Se quedó esperando afuera, en una sala, mientras su madre, Gina, entró a una junta y un productor preguntó quién era la madre de ese niño. “Mi mamá pensó: ‘¿Qué hizo este cabrón?’”. Pero se sorprendió cuando el productor le preguntó por qué no lo había traído al casting. Ella le explicó que no lo habían elegido y él dijo “no, este niño se queda”.
Alejandro dice que cree en su buena suerte, pues constató aquella vez que la fortuna estaba de su lado y también poco después, cuando se quedó con el protagónico de la novela Rayito de luz (2000). “Yo no era la primera opción, pero los favoritos se enfermaron todos de varicela y terminé quedándome yo”, dice y se ríe. “No sé si han sido casualidades o causalidades, como se les quiera llamar, pero estoy muy consciente de ellas y he sabido aprovecharlas. He sabido estar en el momento correcto, pero sin con arme demasiado de la suerte que he tenido”.
De sus etapas como niño actor y adolescente, recuerda la paciencia que tuvo para seguir en la industria. “Fueron muchos momentos en los que me sentí estancado, tantos que hasta sentimiento me dan”, se sincera. También recuerda la falta de empatía y tacto de algunas personas de la televisión . “Comprender el rechazo a temprana edad es muy duro. Tuve un par de experiencias que me marcaron, que está por demás contártelas pero ahora lo veo años después y digo cómo me gustaría que esa gente hubiera entendido que estaban tratando con un joven todavía”.
Para entonces, la actuación había dejado de ser un asunto de imitación, porque desde los 11 años su madre le preguntó qué quería ser y él, sin dudar, dijo que actor. “A veces, me preguntan si siento que me perdí de algo, y la verdad es que no; gané mucho, soy muy responsable desde hace muchos años y creo que tiene que ver con eso, con conocer el significado del trabajo, de la dedicación desde joven y entender cómo hay que ganarse las cosas”.
Alejandro, quien también adquirió notoriedad por las teleseries El club (2019) y La Reina del Sur (2019), cree que justo por eso que vivió en la adolescencia —una especie de maduración prematura— está preparado para lo que venga, para no descarrilarse. “Son tanto años trabajando que ya hay algo fuerte sembrado y no me permitiría no tomarlo con seriedad; son tantos años de esto que no quiero olvidar todo ese esfuerzo que me ha costado, porque al final para mí eso termina siendo el éxito, el haber disfrutado el camino y no haber llegado a ciertas cosas que soñaba”.
Sabe que de quedarse en España, el desafío es que la cantidad de ofertas para un actor como él son menores: papeles de latino. “Evidentemente hay menos oportunidades, pero me parece un buen reto, y creo que uno de los aciertos en mi carrera ha sido asumir riesgos”.
Una llamada pendiente
Después de media hora de charla —en la que se han colado risas, algunos bocinazos, el acento fuerte de algunos españoles en la calle—, la llamada con Alejandro se interrumpe un instante. “Perdón, otra vez, es que estaba en el elevador de mi edificio”. Le pregunto si ya se siente en casa. “Ahora te puedo decir que sí, me he sentido como en casa y me siento bien... la verdad es que me siento muy bien. De repente me sorprendo y digo: ‘Mira, ya llevo casi un año aquí, sin imaginarlo’”. Luego, cuando le pregunto qué piensa su madre, Alejandro agrega algo que sugiere que no tiene fecha definitiva de regreso para México. “Ella lo entiende y siempre me ha hecho saber que le dará gusto que esté donde me sienta bien. No hemos tenido hasta el día de hoy esa plática... pero bueno, posiblemente la tengamos”.
Recuerda que antes estuvo en Madrid, terminando el proceso de edición de Me gusta, pero me asusta (2017), una comedia mexicana taquillera que protagonizó y produjo. “En ese viaje sentí algo aquí (España) que por ejemplo no siento en Estados Unidos: me sentía cómodo, muy bien. Y pues cuando entiendes el humor de los españoles, comprendes que solo son directos y nada más, y estás del otro lado”.
Entre las sorpresas que no imaginó al hacer la maleta cuando se iba “por dos meses y medio”, también está el convertirse en un referente de estilo. Asistió al Festival de Venecia junto a su pareja. Los dos lucieron joyería y relojería Bulgari. Fueron el foco de atención ese día en la alfombra roja de La Mostra. “Imaginaba volver ahí con una película mía. Fue muy inspirador”. Semanas más tarde, se anunció que Alejandro sería el nuevo embajador de Bulgari, una de las marcas más prestigiosas del sector del lujo, en las categorías de joyas y relojes para México.
Ahora Alejandro —otra vez, sin imaginarlo— lleva en la muñeca derecha un nuevo Bulgari modelo Aluminium, que hace muchos años deseó. “Alguien del elenco de Atrévete a soñar (2009) tenía uno así y yo le decía que lo quería, y él bromeaba: ‘Estás muy pequeño, Alejandro’”. Otra vez, no sabe si es su buena fortuna o la fuerza con la que desea. “Es curioso porque hace poco me lo mandaron de Bulgari y creo que esta anécdota forma parte de lo mismo que hablábamos al principio, no sé si es casualidad o causalidad”.
También hay cierta ironía en que Alejandro sea justo ahora el embajador de una marca de relojes: lo que menos le importa es el tiempo. Por qué debería ser distinto, si tiene 25 años, vive en Madrid, su carrera tuvo un subidón exponencial en cuestión de meses y —perdón, hay que decirlo— está con una mujer muy guapa. “Estoy feliz con la persona con la que ahora comparto”, es lo más cercano que es- tuvo de mencionar su nombre durante esta entrevista. Y, sin embargo, dice que se lo toma con calma, sabe que el tiempo pasa, que uno es tan bueno como lo que haga la mañana siguiente, tic-tac: “Creo que hay que vivir sin conformarse, sin creer que lo bueno que estás viviendo será para siempre”, dice, y su voz se escucha clara, afuera ha quedado el bullicio madrileño. “Esto es de momentos, pero también hay que sembrar las oportunidades muy bien, con mucho trabajo, para poder seguir creciendo”.
Después de 45 minutos —ni uno más, su agenda es muy apretada—, Alejandro cuelga. Está claro que está en casa y tiene una plática pendiente con su madre. Ojalá que sea antes de que ella lea esta entrevista.
CRÉDITOS:
Fotógrafo: Danniel Rojas
Grooming: Jesús de Paula
Styling: Víctor Blanco
Productor: Jesús Verdú
Producción: Chuvic Productions
Localización: Hotel Westin Palace Madrid