“Ese fue mi trabajo durante mucho tiempo, animando fiestas de quince años o repartiendo volantes en la calle, mientras me abría camino como actor. Me gustaba mucho y le tengo mucho cariño por todo lo que significó”, dice Luis en entrevista con Life and Style.
Sin embargo, los rechazos en las audiciones y un futuro incierto como actor lo llevaban al límite. Como ese día, en el que se bajó del escenario de esa obra en la que interpretaba a un gallero, sintiendo escalofríos por la fiebre. “Recuerdo que ese momento fue el más complicado, porque hacía castings y no pasaba nada. Esa noche me bajé del escenario con temperatura, lloraba, y pensaba: ‘Dios, ayúdame yaaa, por favooor, ya la tengo que hacer como actor’”.
Llegó a ese punto porque años atrás, su madre, Alicia, le dijo que dejara de perder el tiempo estudiando administración y apostara por la actuación si en realidad era lo que le apasionaba. Su apoyo vino también con una constatación dura: “Sé que es muy fácil morirse de hambre siendo actor, así que yo solo te pido que seas el mejor”, le dijo su madre.
Estudió en la Casa del Teatro y su maestra Rocío Belmont fue clave para que Alberti rompiera su mala racha en las audiciones, y por fin consiguiera su primer papel importante en Carmín tropical (2015), la película de Rigoberto Pérezcano que le valió su primera nominación al Ariel como mejor actor secundario. Luis le pidió a Belmont que diseñaran en conjunto un taller para entender cómo funciona el proceso de casting, qué buscaban y qué podía ofrecer él.