La escultura que busca recrear la fotografía del 2008 frente a la entrada del museo involucra un espejo de agua en reposo sobre el que se levanta verticalmente un Ford negro que aparenta estar suspendido en el tiempo en el momento exacto que roza el agua amenazándola con estrellarse contra ella. El espectador se encuentra a su vez suspendido en ese instante y en ese espacio esperando el momento en que todo cambie; que el agua se agite con el impacto del auto, que la maquina desaparezca engullida por el agua, que la calma se disipe con el sonido del golpe y el reflejo perfecto del espectador sobre el cromo negro del Ford y el del auto sobre el agua se esfumen como si hubieran sido únicamente un espejismo producto de nuestra imaginación o de ese sueño de donde Lebrija sacó esta imagen desde un principio.
Breve Historia del Tiempo, abre una puerta a la meditación con preguntas existenciales sobre el tiempo y su fugacidad. El artista construye sobre tradiciones artísticas tan lejanas como trascendentales; es ese instante representado por Miguel Ángel en que Dios Padre toca el dedo de Adán concediéndole un soplo de vida y después todo cambia, es el David de Bernini que está apunto de soltar la piedra que mata a Goliat, es el sonido del destino llamando a la puerta con que Beethoven inicia su quinta sinfonía, es la eterna lucha humana del hombre contra el tiempo desde que el titán Cronos devorara a sus hijos.
Lebrija se agrega a esta lista de artistas usando el auto como medio de su expresividad artística. Cuando le preguntamos ¿porque su fascinación con el auto? El artista nos confiesa tener recuerdos de su infancia cuando su padre dirigía una agencia de coches en la Ciudad de México y evoca esos tiempos de niño cuando visitaba la agencia y se fascinaba con la arquitectura, el inmobiliario, las salas de exhibición de automóviles y el reflejo de la luz en el cromado de los coches nuevos. Todos estos recuerdos han influido en su trabajo y se manifiestan de una forma u otra en piezas como “Breve Historia del Tiempo.” Quizá es por esto que el artista describe esta obra como “melancólica y nostálgica.”