Rodrigo es un adolescente que por las noches, cuando sufre de insomnio, prende un encendedor, con el que fuma un cigarrillo tras otro, para atravesar la oscuridad de su pequeña casa para acostarse con su madre, Valeria, quien le hace un lado en la cama y lo abraza para que éste no sienta la ausencia de su padre tras el divorcio. Ésta es la primera escena de Blanco de Verano, la ópera prima de Rodrigo Ruiz Patterson, director egresado del Centro Cinematográfico de Capacitación, con la que compite actualmente en la categoría World Dramatic en el Festival Internacional de Cine de Sundance, que concluirá el 2 de febrero.
Blanco de verano, el filme mexicano que compite en Sundance
Esta película tiene como eje el complejo de Edipo, pero lo explora al abordar temas como la invasión y el enfrentamiento de dos masculinidades: Rodrigo (Adrián Rossi) se siente vulnerado cuando su madre Valeria (Sophie Alexander – Katz) entabla una relación con Rodrigo (Fabián Cortés), un tipo al que ve como el enemigo. “El resultado sí es bastante edípico, pero nunca fue el punto hacer un comentario al respecto. Esta película parte de un lugar muy personal. Traté de hacer un buen drama, pero evidentemente es una ficción, nada de lo que está ahí pasó”, explicó Ruiz Patterson en videoconferencia desde Park City, Utah. “Quería hacer una película becoming of age (sobre dejar de ser niño y madurar). Quería ahondar en las primeras emociones que uno siente en la vida, celos o codependencia, y la manera torpe en la que se intentan acomodar cuando no tienes experiencia”.
La casa donde sucede la mayoría de la trama de Blanco de Verano, también coescrita por Raúl Sebastián Quintanilla, resulta un elemento importante —casi un personaje más de la historia— cuando Valeria decide que Rodrigo se mude para intentar ser pareja y, también, una nueva familia. “Insertamos a estos personajes en una casa de interés social porque al ser un hogar muy pequeño, la invasión que siente Rodrigo resultara más intensa. Funciona dramáticamente porque al tener poco espacio todo es más fuerte: porque en un espacio para una persona viven tres y las paredes son tan delgadas que permiten escuchar lo que pasa del otro lado de la habitación. Y todo se vuelve más complejo”.