La modelo Rachel Cook nos revela el secreto detrás de la foto que la hizo viral
Cuando Rachel Cook camina por la calle es como si la Ley de la gravedad cambiara de vertical a horizontal y el centro de atracción de todo lo que la rodea fuera sólo ella. Pareciera que todo —en especial, las miradas de los peatones de avenida Masaryk, en Polanco, que tuvieron la suerte de andar por la misma acera que ella una mañana— girara en torno a la modelo, originaria de Seattle, Washington.
Camino al Starbucks más cercano, antes de la entrevista y sesión fotográfica para Life and Style, Rachel va de civil: tenis Vans, skinny jeans, chamarra de piel negra y ni una gota de maquillaje. Pero tal es su belleza que ese look le basta para que cualquiera reconozca que su figura y su rostro, que tienen enganchados a más de dos millones y medio en Instagram , son la encarnación de la simetría.
De vuelta al hotel, mientras la maquillan, ella sonríe lo suficiente para revelar que tras su labio inferior hay una hilera de dientes blancos que, por fortuna, tiene uno ligeramente desalineado, que le da un aire terrenal; un diente levemente torcido, casi imperceptible, que brinda una ilusión (falsa, claro, pero igual una ilusión) de que ella es una humana alcanzable.
Rachel, descubierta por una cazatalentos en un supermercado cuando era adolescente, fue firmada por la agencia Elite de Nueva York , pero, tras ocho años como modelo se empezó a cansar de la industria. “La gente de la agencia con la que estaba me decía que tenía que estar más flaca, usar cierto tipo de tacones. Sentía que todos estaban tratando de cambiarme y me harté de eso”, dice Rachel, mientras su rostro empieza adquirir un toque más felino con el vaivén de los brochas y el maquillaje.
Por eso, en febrero de 2017, cuando vivía en Australia y tenía casi un millón de followers, decidió hacer las cosas a su manera. “Pensé que podía ser yo misma en Instagram y que por esa plataforma me contrataran por ser quien soy en vez de ser una modelo flaca que se ve como otros quieren”.
Abrió su cuenta de Instagram en agosto de 2015 y una foto la convirtió en un fenómeno de esta red social. Esta imagen, a diferencia de las 44 anteriores que había compartido, era una selfie en la que estaba recostada sobre una saábana blanca y sus ojos azules contrastaban. “Esa foto lo cambió todo”, dice riendo.
Cuando le pregunto en dónde se la tomó, sonríe aún más y desvía un poco la mirada, revelando así que hay una anécdota interesante detrás de esa imagen. “Sí, la foto tiene su historia...". Insisto. "Ok, me la tomé en un cuarto de motel barato porque mi novio, a quien tenía prohibido ver, viajó en secreto de Seattle a Los Ángeles para que pudiéramos estar juntos”. Esa noche, tras el encuentro, se tomó la foto y la publicó. “Al siguiente día, nos despertamos y no lo podíamos creer, yo tenía más de 10,000 nuevos seguidores, de un día para otro”.
Proveniente de una familia alejada del medio del modelaje —su madre tiene una empresa de limpieza a domicilio y su padre es mecánico especializado en hidráulica de botes—, la decisión profesional de Rachel significó ir contra la voluntad de sus padres. “Mi papá definitivamente no me apoyaba y, en retrospectiva, puedo entender por qué. A mí me estaba yendo muy bien en la escuela; mis papás no tuvieron educación universitaria y estaban emocionados porque pensaban que yo sería la primera en ir a la universidad. Él quería que yo siguiera ese camino, pero estaba claro que no pasaría si yo empezaba a modelar. Él hubiera querido apoyarme, pero estaba asustado”.
Rachel confiesa que no es el tipo de persona a la que le gusta hacer planes, pero a veces sí imagina cómo podría ser su vida ideal. “Si todo sale perfecto, en cinco año me gustaría tener una casa y dinero ahorrado y sólo hacer trabajos como modelo que fueran muy divertidos. En alguna locación increíble, porque el modelaje no es mi actividad favorita y, definitivamente, sería una DJ”. Es posible que eso pase: la fuerza de la atracción parece estar de su lado.