Las fiestas memorables de Hugh Hefner con Lennon, Elvis y DiCaprio
Es fácil discernir por qué Hugh Hefner se negaba a abandonar su mansión –que se sostiene flamante en una de las zonas más privilegiadas de Los Ángeles– al grado de estipular en una de las cláusulas de venta que iba a habitarla hasta el día de su muerte; y es que el hombre Playboy debió haber catalogado por tamaños, colores, sabores y espasmos los recuerdos de aquellas fiestas en esas habitaciones, donde fotógrafos, músicos, escritores, cineastas, actores, ninfómanas, arribistas, empresarios, políticos y millonarios se daban cita para mezclarse entre ellos, para pavonearse y coquetear con quien se les pusiera enfrente ya que, ser camarada e invitado del señor Hefner, significaba ser miembro activo del club de lo "chic".
Era el hombre socialité por excelencia: si pensamos que en las páginas de su publicación no sólo aparecieron desnudas las mujeres más cotizadas y de cuerpos generosos que pudo haber reclutado, sino también participaron las plumas de autores e intelectuales como Norman Mailer, Kurt Vonnegut, Chuck Palahniuk, Arthur Miller, Allen Ginsberrg, Joyce Carol Oates, García Márquez y Borges, incluso Ray Bradbury, quien compartió en esta revista algunos fragmentos de su novela Fahrenheit 451, y qué decir de Jack Kerouac y John Cheever, quienes adoptaron sus páginas como un albergue económico para sobrevivir las inclemencias y miserables pagas editoriales, porque es importante apuntar que el ejercicio periodístico –a diferencia de lo que muchos piensan– es un oficio más de joda que de glamour.
Es obvio suponer que Hefner era el mejor anfitrión si pensamos que Marilyn Monroe fue la playmate de la primera portada de Playboy en 1953 y en sus fiestas, ante los presentes, se paseaba como una aparición angelical. Es fácil imaginar las sugestivas miradas de los caballeros, y por qué no, de algunas damas, revelando en su mente aquellas polaroids donde la exquisita Marilyn posaba desnuda enmarcada en terciopelos rojos.
Lee: Las 5 rubias que acompañaron a Hugh Hefner
Pero la dulce Marilyn no era la única en aquellos festines, por supuesto desfilaban la pin-up Bettie Page, Bebe Buell, Shannon Tweed, Pamela Anderson, Anna Nicole Smith, y un sin fin de 'conejitas' que se revelaban como una húmeda ensoñación en portadas y festines del siempre envidiable Hugh, un hombre que, a diferencia del pornógrafo Larry Flint –editor de la otrora legendaria revista Hustler– supo mantener la gracia, el estilo, la clase, el glamour, la opulencia y un aparente honor: no existe una prueba fidedigna de que el caballero detrás de Playboy participara activamente en orgías o en la sístole y diástole de caderas, simplemente era el anfitrión que servía los más jugosos platillos y dejaba la cuenta abierta para que sus invitados se sirvieran hasta el empacho. Simplemente, la hermosa Crystal Harris, su esposa de 30 años, reveló en una alfombra roja que sólo una vez tuvieron un apoteósico acostón de 2 segundos.
Si tan sólo esas 29 habitaciones que constituyen la mansión pudieran revelar las escenas de sexo que aquí sucedían, seguro rebasarían cualquier guión de cine porno que jamás hayan visto. Posiblemente en la sala de cine, en el gimnasio o en la alberca, los convidados a la fama que rodeaban el mundo de Hefner tuvieron las mejores erecciones al ver desfilar al ejército de bellezas que este hombre compilaba, quizá hasta de una forma torcida, como si se tratase de una colección de brunettes, rubias y pelirrojas. Elvis Presley, Gene Simmons, Jack Nicholson, Leonardo DiCaprio y hasta John Lennon fueron testigos y protagonistas de aquellas noches de juerga.
Tampoco es imposible pensar que la noche del 27 de septiembre, el mismo Hugh Hefner recapituló su vida de reventón, lujo y glamour, y decidió no dejarle ni una pizca de su fortuna a esa bola de arribistas y conejitas amorosas, mucho menos a su esposa Crystal, y despedirse de este planeta como el gran hombre que habitó la casona de Beverly Hills: en pijama y acostado en cama.