El día que Salvador Dalí rompió un escaparate en la Quinta Avenida
Salvador Dalí, una leyenda del surrealismo, protagonizó en 1939 una historia que parecería la materialización perfecta de cualquiera de sus famosos lienzos.
El pintor español fue contratado por una lujosa tienda departamental, ubicada en la Quinta Avenida en Nueva York, para que hiciera dos instalaciones artísticas en los escaparates que daban hacia la icónica avenida de Manhattan.
Dalí la tituló “La noche y el día” y, fiel a su estética, decidió vestir maniquíes cuyos trajes tenían copas pegadas a la tela que contenían licor de menta y estaban rodeados por moscas, teléfonos en forma de langostas y una bañera peluda. “Quedé muy contento con el resultado, pero al día siguiente vi que me habían cambiado todo el escaparate”, recordó Dalí en una entrevista televisiva.
Muy enfadado, trataba de explicar en el poco inglés que hablaba, que se iba a meter al escaparate para dejarlo como él quería. “Entonces entré a los dos escaparates y a patadas rompí todos los maniquíes. Y después volteé la bañera peluda para dejar inutilizable el escaparate por regar toda el agua que había, pero la bañera rompió el cristal”, explicó el pintor, quien también reveló que su esposa Gala estaba llorando de la impresión.
Su abogado le aconsejó que fuera inmediatamente al juzgado para reconocer los agravios a la propiedad privada, y el encuentro con el juez fue igual de surrealista porque aunque dictó que Dalí pagara 60 dólares por el costo del cristal roto, también le dio la razón. El pintor español recuerda en esa misma entrevista que el juez le dijo: “Lo tiene que pagar, pero todo artista tiene el derecho de defender la integridad de su arte, de su obra, hasta las últimas consecuencias”.