Voraz: Una película no apta para estómagos débiles

Acostumbrados, como estamos, al cine de horror meramente escatológico de Hollywood (en dónde mientras más vísceras y sangre mejor, y la trama es lo de menos), Voraz llega para recordarnos cómo se siente pasar 99 minutos al borde el asiento experimentando una mezcla de fascinación y repugnancia.

Voraz tiene una calidad extraordinaria y el sello indiscutible de la cinematografía francesa. Posee una excelente fotografía puesta al servicio de mostrar ambientes opresivos y llenarnos de simbolismos, que ayudan a narrar una historia diferente en torno a uno de los pocos temas tabú que aún permanecen en la sociedad: la antropofagia.

Así que no hay que dejarse llevar por la idea de que, por ser francesa, Voraz es lo que erróneamente mucha gente llama “cine de arte”, término que casi siempre nos trae a la mente la idea de una película lenta, pero densa y aburrida. Para nada. Voraz sí es arte pero también es una cinta impredecible y sorpresiva que, a través de un ritmo constante, construye poco a poco el suspenso para rematar de forma magistral.

Voraz cuenta la historia de Justine, una niña vegetariana de 16 años, que al probar por primera vez la carne cruda descubre su verdadera naturaleza y pronto se da cuenta de que es poco lo que puede hacer para controlarla. Ópera prima de la directora Julia Ducournau, quien también escribió el guion, se hizo acreedora al premio de la crítica en el Festival de Cannes en dónde se estrenó, y ha ganado varios premios más alrededor del mundo.

Pero fue en el Festival de Toronto en donde Voraz saltó a la fama como película controversial desde que se reportó que varios espectadores habían sufrido ataques de ansiedad y hasta desmayos durante la función. No es para tanto. Si bien el tema es muy fuerte y hay escenas difíciles de asimilar, está lejos de ser sangrienta o gore. Voraz es más bien una de esas cintas inquietantes, sí, pero que te llevan a reflexionar sobre cuánta humanidad realmente queda dentro de cada uno de nosotros.