El día que el vocalista de Depeche Mode murió y vivió para contarlo
Cuando Woody Allen dijo –a través del personaje snob de Bullets Over Broadway, interpretado por John Cusack– “¿A quién amas, al hombre o al artista?”, sabía que esa premisa resonaría en el inconsciente colectivo de todo artista que se presuma inseguro, emotivo y caótico en su diario peregrinar. Para genios como Dave Gahan, vocalista de Depeche Mode, el talento emana precisamente de esos páramos sombríos de un ego curtido en la caída, la congoja y la insoportable levedad de un rockstar.
El mito de Gahan es inagotable. En 1996, el cantante inglés emprendió un viaje al averno del cual no trajo souvenirs de esas lejanas geografías que llamamos muerte. Después de suministrarse una sobredosis de speedball, ese cóctel lisérgico que ha mandado a varios personajes de vacaciones permanentes, como al actor River Phoenix o músicos como Layne Staley (vocalista de Alice in Chains), Dave Gahan tomó nota de sus clases particulares sobre lo irónico y cruel que puede ser la farsa de la gloria.
A manera de autobiografía o relato personal, Gahan, de 54 años, dice: “Dejé de beber hace algunos años, así que estoy más consciente y tengo mucho más tiempo para hacer cosas. Eso es bueno. Ciertamente, a todos los que están a mi alrededor les gusta más”, confiesa el artista tratando de rectificar las averías ontológicas que albergó desde su juventud.
De cualquier modo, en la vida de este héroe que estuvo clínicamente muerto por dos minutos, la permanencia es la desolación. Aunque se mantiene completamente limpio desde 1997, Gahan sabe que la forma de convocar sus musas es a través del flagelo, del relato de sus fábulas de escisión íntima, de los relatos de miseria emocional, y los quebrantos de autocrítica y sensibilidad. Desde su álbum como solista Paper Monsters (2003), hasta canciones como “Suffer Well” (incluida en el álbum de 2005, Playing the Angel) o las más recientes como “Secret to the End” o “Broken” (del disco Delta Machine, 2013), Gahan tiene una obstinación por el sufrimiento, el dolor y la locura – las fotografías que presume su libro de recuerdos de una temporada en el infierno.
En las mentes más lúcidas del arte existen madejas de obsesiones, patologías y complejos; tal parece que detrás de las más grandes piezas de arte existe una mente condenada al caos y la oscuridad, como si las torceduras psíquicas fueran hilo conductor del que mana el genio. De Sócrates a Balzac, Nietzsche, Beethoven o Virginia Woolf, Dave Gahan puede colarse entre estos héroes que han hecho de sus delirios y depresiones verdaderos festines de creación.
“¿Quién fue el que dijo que la vida sin música es un error?”, cuestiona Gahan como buscando el sentido de su obra en sus cajones mentales o, quizá, descubriendo que sólo la música le permite encontrar su porción humana que había extraviado en algún callejón de sus guetos psíquicos. “Tenemos más de treinta años juntos. Cada vez que sacamos un disco la gente dice, ‘¿es el último?’. Es curioso, las personas en la vida, incluyéndome, siempre tenemos mucha prisa por llegar al final, ¿no es así? A medida que envejezco me doy cuenta de eso”.
El artista ha pasado de ser un kamikaze a un padre compasivo. Aunque el paso del tiempo lo ha respetado más que a sus compañeros de Depeche Mode, y a pesar de los excesos y extralimitaciones a los que se ha expuesto, el cantante está consciente de lo volátil y frágil que es la vida y sus momentos. “Mis hijos están creciendo y no quiero perderme cosas que hacen. Mi hijo Jack, en cualquier momento, tendrá familia y yo seré abuelo. Esa es la siguiente cosa que sucederá, tú sabes. Es algo aterrador, pero también estoy emocionado por eso. ¿Qué significa el tiempo para mí? Debes utilizarlo. Es valioso, muy valioso”.
Dave Gahan ha sido la cara de Depeche Mode desde 1980, la banda de música techno pop o electro pop por excelencia. Si bien la paternidad del género es autoría de los teutones de Kraftwerk, Depeche Mode le dio un sentido estético y comercial, al igual que popularidad y trascendencia en todo el mundo. “Espero seguir influyendo en la música y seguir creciendo”, dice Gahan. “Mi único objetivo es mantener la creatividad”.
Entonces, posiblemente Gahan, al igual que el personaje de Woody Allen, se pregunta: ¿A quién amas, al hombre o al artista? Muchas veces, la mejor respuesta sería la que recomendó el poeta Jaime Sabines: “Cuando veas una preciosa pieza de seda, es mejor que no conozcas a quien la hizo”.