Publicidad
Publicidad

Opinión | La vida en ‘fast forward’, por Juliana Frick

El siglo XXI comenzó con el llamado 'Efecto 2000', un advenimiento apocalíptico que nunca llegó a cumplirse. ¿Cómo vivió Juliana Frick el mundo antes de las redes, el internet o Google?
lun 02 junio 2025 12:00 PM
opinion-juliana-frick-vida-antes-de-la-tecnologia
¿Cómo era la vida antes de la tecnología?, Juliana Frick responde.

Hola, soy Juliana. Llevo cinco minutos sin ver mi celular y ya siento ansiedad. Tecnológica, claro. También debo confesar que soy una early millennial –bastante early–, que nació y pasó su infancia sin celular, viendo películas rentadas que fantaseaban con el año 2000 en una videocasetera y escuchando en un walkman Sony los hits ochenteros grabados directamente de la radio. Con mucha paciencia.

Publicidad

¿Cómo era la vida antes de las redes sociales, del Wi-Fi, de Google?, googleo en mi computadora Mac. Porque innovaciones científicas y tecnológicas hubo siempre; la humanidad no se quedó quieta desde que hace unos miles de años inventó la rueda. Pero quiero pensar que, a partir de aquel temido –y finalmente, fallido (gracias)– Y2K, empezó un boom tecnológico con la fuerza arrasadora e incontenible de un tsunami. De uno de los fuertes.

En solo 25 años, nuestra supervivencia como seres privilegiados, más o menos funcionales –y mínimamente sociales– de este mundo capitalista (y consumista) pasó a depender casi por completo de la tecnología. Ya no hace falta memorizar números de teléfono –yo solo me acuerdo del de la línea fija de la casa de mis papás–, ni ir al banco a pagar los impuestos o a hacer una transferencia (¡aleluya!), ni tener un reloj despertador para no llegar tarde al trabajo. Ahora podemos conocer a nuestra futura pareja con un swipe, saber si esa amiga de la primaria que no ves hace 10 años ya corrió sus 10K hoy, o tomar –y editar, guardar y postear– 15 fotos de nuestros chilaquiles, que seguramente comeremos fríos.

Fuera de broma, es innegable que muchas de las innovaciones tecnológicas que surgieron o se hicieron masivas en estas dos últimas décadas y media han reconfigurado nuestra vida diaria. Todo es más rápido, más simple, y sin duda, más automático. Tanto que ya damos por hecho cosas que hace 20 años hubieran parecido sacadas de una película de ciencia ficción.

Hagamos el experimento: observemos cuántas de nuestras actividades cotidianas, desde que nos despertamos hasta que cerramos los ojos, están mediadas por la tecnología. O más fácil aún, saca el celular y pregúntale a ChatGPT. Solo por nombrar algunas cosas que hoy son posibles –porque a mí me siguen sorprendiendo–: hacernos un electrocardiograma con el reloj que tenemos en la muñeca, almacenar toda nuestra información y documentos y fotos en “una nube”, abrir la puerta y cerrar las persianas de nuestra casa desde otra ciudad o continente, hacer videollamadas con quien sea desde donde sea, o volar drones como si fueran papalotes. La lista es casi interminable.

Aunque aclaro: no estoy aquí para alabar ni demonizar la tecnología. Para eso están los académicos, científicos, ingenieros, psicólogos, filósofos, ambientalistas y hasta los pseudo-gurús que nos quieren vender cursos intensivos de productividad digital. Tampoco soy ingenua, todo avance tiene su precio, y en muchos casos ya estamos viendo que puede salir carísimo. Pero sí me interesa, cada tanto, apretar el botón de pausa –¿dónde habrá quedado ese walkman?– y preguntarme qué tanto me está dando la tecnología... Y qué tanto me está quitando. Porque, aunque muchas cosas parecen “normales”, creo que vale la pena cuestionar algunas acciones, ideas y hábitos que ya hemos naturalizado. Al final, ¿quién soy yo para juzgar? Si desde que me senté a escribir este texto ya di más de veinte likes, fallé en dos intentos de meditación, mandé una docena de memes y stickers, y escuché un mensaje de voz que bien podría haber entrado en la categoría de podcast.

________

Acerca de Juliana Frick

Periodista convertida en PR que cayó en las garras del mundo corporativo. Después de siete años trabajando para Apple en México y California, Juliana decidió activar el modo 'No Molestar' –en la vida profesional y en el celular– y tomarse un año sabático. Hoy trabaja como consultora creativa y de comunicación mientras escribe ficción y artículos par medios de Latinoamérica. A veces fantasea con mudarse al campo y desconectarse de todo: teléfono, redes, WhatsApp… Pero luego se le pasa.

Publicidad

Tags

Publicidad

Publicidad