Años después, regresó con la firme intención de preservar el método chinampero y de incentivar a más familias para que se involucraran en el campo. Desde entonces, en un trabajo de largo aliento, ha ido conociendo y aprendiendo sobre distintos tipos de agricultura y, poco a poco, también convenciendo a los locales de apostar por su tierra.
Ya ha recuperado siete chinampas operadas por familias de la zona, pero el trabajo es continuo en capacitación y en la búsqueda de semillas distintas a las que se solían cultivar en la región, como el hinojo bronce o la coliflor morada, por nombrar algunos, que además han servido para atraer a más cocineros que apoyen la causa.
Estamos creando un modelo exitoso de comercio justo y sostenible para escalarlo a un centro de formación
El proceso más complicado quizá haya sido el de persuadir a la gente de que se comprometa con la agricultura a largo plazo en un momento en el que la idea de abandonar la siembra para ir a la ciudad a trabajar cada vez está más presente en el entorno. Entre sus grandes aciertos destaca haberse sabido rodear de expertos que lo han ido aconsejando en el uso de técnicas novedosas como la agricultura sintrópica, que usa árboles para potenciar el equilibrio de un sistema; el cultivo biointensivo, es decir, la siembra de alta densidad, y la producción de materia orgánica para alimentar el suelo.
“Lo que estamos haciendo es un modelo exitoso de comercio justo y sostenible a nivel social para escalarlo a un centro de formación, nuestra escuela campesina, y replicarlo en otros estados”, sostiene. De hecho, las chinampas no son su único terreno de trabajo, el proyecto ya se ha expandido a familias campesinas de Hidalgo y el Estado de México.
¿Por qué lo elegimos?
Por la preservación de las chinampas, un tipo de agricultura milenaria que ha existido en Xochimilco y, al mismo tiempo, crear un modelo sostenible y de comercio justo.