La portada de su primera publicación agendada para junio de 1947 fue encomendada a la artista Martyl Langsdorf, quien inicialmente consideró el símbolo del uranio para exaltar la amenaza atómica, para luego decantarse por un reloj que representara la sensación de urgencia de la entidad y el poco tiempo que teníamos para controlar esta nueva fuerza que podía tornarse desastrosa. Aunque en su momento explicó que las manecillas leían siete minutos para las doce porque “se veía bien a la vista”, la hora terminó convirtiéndose en el punto de partida rumbo a una medianoche que simboliza un fin de los tiempos que cada vez parece más cercano.
Sólo pasaron dos años para que el Reloj del Apocalipsis avanzara por primera vez y de un modo verdaderamente alarmante al señalar tres minutos para la medianoche. Desde entonces se mantiene como una perturbadora representación simbólica de una carrera contra el tiempo y sobre todo contra nuestra propia naturaleza. Después de todo, pasan los años y el ser humano parece empeñado en su destrucción, no sólo con una guerra nuclear, sino con muchas otras crisis que se han sumado a la lista de amenazas que atentan contra nuestra existencia: escalada militar, cambio climático, tensiones políticas y pandemias.
Un minuto y cuarenta segundos para el fin
Con más de 70 años de existencia, el Reloj del Apocalipsis ha perdido parte de su fuerza simbólica al convertirse en una advertencia continua que nunca parece concretarse y en un elemento recurrente de la cultura popular. Esto incluye películas como Dr. Insólito o Cómo aprendí a no preocuparme y amar la bomba (1964), novelas como The Impostor (1977), canciones como The Call Up (1980), episodios de televisión como Doctor Who: Four to Doomsday (1982) y novelas gráficas como Watchmen (1986). No lo descuidemos, pues hoy más que nunca debíamos prestarle atención.
Se ubica actualmente a sólo cien segundos de la medianoche, siendo ésta su hora más cercana al fin del mundo en toda la historia. Nunca, ni siquiera en el punto más crítico de la Guerra Fría habíamos corrido tanto riesgo. El Boletín marcó esta hora en 2020 a causa de “dos peligros existenciales simultáneos — la guerra nuclear y el cambio climático — que se ven agravados por un multiplicador de amenazas, una guerra de información cibernética, que socava la capacidad de respuesta de la sociedad”. El horario fue preservado en 2021, pues si bien Estados Unidos y Rusia renovaron su tratado de desarme nuclear, esto no evitó los avances en los arsenales nucleares del mundo. A esto sumemos la vacunación masiva contra la Covid-19, aunque empañada por el continuo riesgo de mutaciones.
La situación más peligrosa que jamás haya enfrentado la humanidad
La situación es alarmante y la entidad concluye que estamos ante “la situación más peligrosa que jamás haya enfrentado la humanidad”. Casi parece que nuestro tiempo está contado, pero lo cierto es que todavía hay esperanza. Así lo demuestra un recorrido por el propio horario simbólico.