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Cosas de Hombres

Una pregunta –¿qué significa ser hombre hoy?– y la visión de tres personalidades que nos ayudan a explorar el concepto de masculinidad en el contexto actual.
vie 19 noviembre 2021 11:35 AM
(Obligatorio)

Si te hice bullying, perdóname

Por Igor Ramírez García-Peralta

“¿Te digo la verdad?”, escribió Ernesto, mi amigo de la infancia que ahora es sacerdote y vive en Asturias. Yo vivo en Ibiza y soy escritor. “Siempre te he recordado con cierta pesadumbre lo que habrás podido sufrir en el colegio”. Nuestra conversación giraba en torno a Nico, un compañero que me había contactado por Facebook. “No leo mucho, pero me interesa tu novela”, decía su mensaje, “¿Te importaría enviarme una firmada?”. Me quise burlar de él. ¡Qué poca vergüenza, después de cómo me había torturado cuando éramos pequeños! En mi memoria, Nico encarna a todos los que me hicieron bullying, los que me decían gordo, maricón, Igorda. Los que tarareaban canciones de Juan Gabriel al pasar junto a mí en el patio del colegio.

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Ernesto, en toda su sabiduría de cura contemporáneo, respondió: “Amigo, todos somos y hemos sido inmaduros. Cada uno lucha contra sus propios monstruos, como los llamas en tu libro”. Recapacité. Efectivamente había novelado mi batalla interna para prestársela a León, el personaje principal. En él vertí la experiencia de vida que ha sido conocer a mis propios monstruos. Clasificaron Ese horrible deseo de pertenecer como una novela gay. No estoy muy seguro. Creo que es una historia humana. A secas. Y, en cualquier caso, su autor se escarapela como poster boy del colectivo: vivo en una granja, con mugre bajo las uñas; los bares gays me causan una ansiedad que no me logro explicar; mis mejores amigos son hombres heterosexuales; Madonna me parece repulsiva y soy incapaz de reconocer quién es gay y quien no. La prueba más reciente son horas malgastadas en aquel inglés. Yo pensaba que había ligado y él creyó encontrar en mí un comapñero de conquista para aquella noche de viernes. Pero, ¡sí que soy gay! Tanto así que jamás me he acostado con una chica y mi curiosidad no va más allá de un eventual trío que me permita encamarme con ese inglés.

Ensalzado en mi frustración, al día siguiente comí con Diego, un querido amigo, de esos que llegan más tarde a nuestras vidas, a quien admiro mucho y que se ocupa de sus dos hijos, mientras su mujer dirige una trasnacional. Recibí un mensaje que tuve que leer en voz alta. Era de Perches, otro antiguo compañero del colegio que recién había leído mi novela: “Me dolió intuir que esa pena habitó en ti. Igor, si yo fui parte del sufrimiento y de las decepciones de esa época, te ofrezco una disculpa sincera”. Diego se conmovió y, aún con la hamburguesa en la mano, me confesó que él también tiene esa tarea pendiente: ofrecer disculpas a quienes jodió de pequeño. Esto es sanación, señores. ¡Esto es ser hombre en 2022 y es maravilloso! Finalmente envié aquel libro.Transcribo la dedicatoria: “Querido Nico, me sorprendió tu interés por mi novela. Quizás no lo recuerdes, pero me hacías bullying. Tu infancia tampoco habrá sido fácil y reconozco que yo mismo le hice la vida imposible a varios. Todos hemos sido víctimas y verdugos. Lo más bonito de escribir y publicar este libro ha sido sanar. Hacértelo llegar hoy es parte del proceso. Te lo envío con afecto y sin ningún reproche. Al contrario, gracias. Si las cosas hubieran sido distintas no sería quien soy hoy: un hombre en paz y, por momentos, inmensamente feliz”. Ernesto, Nico, Perches, Diego y yo. Cinco hombres acercándonos a los cuarenta. Disculpas que van y vienen, necesarias para hacer las paces con nuestro pasado. Porque querer sanarlo es muy de hombres, así que yo también ofrezco una disculpa. Es para ti, J.

Hablemos de masculinidades positivas…

por Erik Hayser

Escribo desde un avión. Volando por primera vez junto a mi hijo de seis meses y mis sobrinos varones, de 8 y 11 años. Mi hermano mayor también viaja con nosotros. Es inevitable verme reflejado en ellos. En sus ojos veo algo de mi propia mirada, y sus voces son también el eco de lo que tantas veces escuché en palabras de mi madre y mi padre. Desde mi asiento no puedo dejar de pensar en lo mucho que deseo seguir trabajando para que logremos construir masculinidades sanas y plenas que fomenten la igualdad y equidad y que puedan desarrollarse en verdadera libertad. Pero como todo proceso de crecimiento, mi camino hacia el cuestionamiento de lo que hoy significa ser hombre ha sido uno de tropiezos, dolores, equivocaciones y confrontaciones. Un proceso imparable con una continua presencia en mi día a día y gracias al que me he convertido en algo así como un espectador de mi propia vida. Ahora, mi mayor interés está en desechar todos los mensajes y conductas que fueron sembrados en mí y que no me ayudan a ser el hombre que quiero ser.

Crecí en una sociedad machista. En un México construido sobre un modelo patriarcal tradicional que hoy me obliga a repensar mi género y a encontrar nuevas alternativas para desarrollarme en plenitud. Todos los días decido asumir mi masculinidad de otro modo, dejando a un lado los sexismos, la homofobia y la violencia que genera el machismo.

En mi opinión, resulta vital realizar un ejercicio constante para reconocer mi sensibilidad, mis puntos débiles, mis miedos, mis anhelos frustrados y, por qué no, también para aprender a escuchar realmente las reflexiones de otors hombres, ya que considero que solos nunca llegaremos a ninguna parte. Tenemos que aprender a relacionarnos desde una perspectiva lejana a la violencia y el bullying, y extinguir también de nuestro lenguaje comentarios como esos que tanto escuché en mi niñez: “Sé fuerte”, “los niños nos lloran”, “los hombres son feos, fuertes y formales”, “pegas como una niña”, “llorar es para débiles”...

Hablar de nuevas masculinidades, prolongar y fomentar la conversación hasta que sea una constante, tendría que convertirse en un ejercicio habitual. Debe ser algo que no quede encerrado en las conversaciones privadas del hogar, sino que se convierta en parte de nuestra cultura. Por eso considero urgentemente que prioricemos la construcción de masculinidades positivas como el catalizador necesario para lograr un mundo pacífico, igualitario y sostenible.

¿Qué se necesita para ser un hombre? Observo a mi hijo y deseo profundamente que en unos años pueda contestar a esta pregunta sintiéndose libre y viviendo en una sociedad plena y equitativa. Y mientras eso sucede te lo pregunto a ti: ¿Qué significa ser hombre?

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El verdadero cambio viene del interior

Por Jaime Kohen

Pensar que la masculinidad es un concepto asociado a una sola realidad es una idea equivocada. Hay tantas realidades como mentes sobre el planeta. Nuestra idea de lo masculino dependerá del lugar del mundo en el que vivimos, del sector de la sociedad al que pertenecemos –si hiciéramos esta pregunta en Siria, Europa o la Ciudad de México tendríamos respuestas muy diferentes– y hasta de las distintas regiones de un mismo país. En México, la respuesta dependerá de si estamos en un pueblo, donde las ideas suelen ser más arraigadas, o en una ciudad más vanguardista.

El interesante documental The Mask You Live In explora el concepto de masculinidad desde diferentes ámbitos, pero un dato destaca sobre los demás: en el mundo, la mayor cantidad de suicidios se da entre hombres adolescentes, menos capacitados para gestionar sus emociones. En el patriarcado tradicional a los hombres no les está permitido sentir.

En mi comunidad, esto es, mi realidad, la masculinidad es un concepto que ha evolucionado. Tengo la impresión de que estamos aprendiendo a entender la importancia de integrar lo femenino y lo masculino; es decir, tenemos que derribar el patriarcado, ese sistema de normas que nos rige y que nos dice cómo relacionarnos y cómo vivir en socie- dad en el que hemos sido educados, y abrirnos como hom- bres para sentir y expresar nuestras emociones. Por otro lado, también veo que las mujeres, tradicionalmente responsables de la educación de los hijos, se muestran mucho más abiertas a permitir que sus hijos exploren sus sentimientos y, por qué no, su lado femenino.

Históricamente, a los hombres se nos ha enseñado que nuestro poder está directamente relacionado con nuestra virilidad y no con nuestro corazón. La idealización del superhéroe como personaje invulnerable siempre ha estado presente en la cultura popular a través de series, cómics y películas; sin embargo, a lo largo de los años también ha habido hombres que han bajado información desde el corazón. Mi familia es judía-árabe y tengo muchas referencias del sufismo. Mis consentidos son Rumi y Hafiz, dos hombres que vivieron desde el corazón y que lograron alcanzar este equilibrio entre lo masculino y lo femenino, transformándolo en conceptos filosóficos hermosos.

Si queremos generar una nueva masculinidad, tenemos que transformarnos desde dentro. Es una responsabilidad de cada uno de nosotros transformar el mundo y elegir qué tipo de célula queremos ser para la humanidad.

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