La teoría detrás de esto indica que, como la mayoría de los adultos trabajaron jornadas laborales más largas durante el home office y tener un balance hogar-trabajo se hizo cada vez más complicado, al punto de que hacer ejercicio se volvió un lujo. En general, el cuidado propio comenzó a verse como una pérdida de tiempo.
Sin embargo, aunque sea visto como un lujo, el cuidado propio es necesario en estas épocas. Según el mismo estudio, las personas con más problemas de salud mental son las que dejaron sus rutinas de ejercicio. Las que la mantuvieron o la cambiaron poco, permanecieron estables en cuestión de bienestar emocional.
Para entender esto hay que tomar en cuenta todo lo que se necesita para hacer ejercicio: tiempo, motivación, metas y disposición. Todo esto se vuelve complicado o incluso inexistente al lidiar con ansiedad o esrés, malestares típicos de la época.
¿Por qué dejamos de hacer ejercicio?
El estudio estima que el cuarenta por ciento de los casos son por falta de motivación. Sin embargo, al cuarenta y cinco por ciento de la gente le afectó la falta de equipo fitness. También influyeron factores emocionales como la ansiedad y la falta de apoyo. Algo interesante es que, al igual que la motivación, las razones para hacer ejercicio cambiaron. Ya no se trata de ser más delgado ni más fuerte, sino de absorber los beneficios mentales y emocionales que ofrece el mantenerse activo, como lidiar con la ansiedad.
El problema para muchos fue –y está siendo– hacer de la actividad física un hábito constante. La clave para lograrlo está en cambiar nuestra forma de percibir el ejercicio y verlo con la idea de que hacer un poco de ejercicio es mejor que nada, en vez de verlo como una tarea. Recuerda que mientras que los ejercicios aeróbicos son buenos para el cerebro y el humor, los ejercicios centrados en la respiración reducen la ansiedad y nos dan confianza en nuestra agilidad para hacer ejercicio físico.