Vivimos en la era de la inmediatez y, aunque quizas nuestro cerebro consciente no lo interprete exactamente así, la verdad es que parecería que sólo buscamos una cosa en esta vida: descargas constantes de dopamina. Por eso, no es sorpresa para nadie que vivamos en la era de la gratificación instantánea y que prefiramos comernos una bolsa entera de galletas ahorita que tener un cuerpazo en unos meses, buscar sexo fácil en vez de invertirle a una persona con potencial de algo más, o quedarnos horas en la tele en lugar de trabajar en la idea de negocio de la que querríamos vivir.
Estamos tan acostumbrados ya a las recompensas inmediatas que a veces no nos damos cuenta de que, en realidad, la gratificación instantánea está acabando con nuestros sueños y con nuestro crecimiento personal. Sí, la vida es para disfrutarse, pero no para desperdiciarse, y te aseguramos que disfrutarás más recorrer Europa que gastarte el dinero que deberías ahorrar para eso en comida de delivery.
La gratificación instantánea, aunque te de el pico de dopamina que tu cuerpo te pide, te lleva a deudas, mala salud, acumulación de cosas que no necesitas, distracciones y, en general, una vida inconsciente. Y aunque se puede salir de eso, no es nada fácil. Vivir buscando la gratificación real, en cambio, es muy seguro que te ayude a ser una persona concentrada, enfocada en logros, con satisfacciones que duran mucho más que un par de horas, saludable y con una mayor apreciación por las cosas buenas de la vida.