¿Qué es la tripanofobia?
La palabra tripanofobia viene del griego trypano, que significa perforar, y phobia, que significa miedo. Es una condición caracterizada por una aversión extrema e irracional a la sangre y las agujas. Y aunque parece un miedo común, a veces su magnitud se subestima: recordemos que, como mencionamos anteriormente, esta fobia puede provocar que la gente no se dé la atención médica si esta requiere inyecciones o tomas de sangre, con lo que dejan que sus problemas de salud crezcan.
La tripanofobia se distingue por sensaciones de miedo, ansiedad, ataques de pánico, náuseas, desmayos, e insomnia previa a inyecciones o tomas de sangre. Sin embargo, también hay que aclarar una cosa: si tienes tripanofobia, no significa que seas débil ni hipersensible al dolor. Aunque se desconocen las causas específicas de esta fobia, lo obvio apunta a traumas de la infancia, e incluso se contempla la posibilidad de que exista cierta predisposición genética.
¿Cómo lidiar con el miedo a las agujas?
Aún no existe un tratamiento para la tripanofobia. Sin embargo, los expertos han desarrollado estos consejos para lidiar con inyecciones y tomas de sangre.
Lleva un acompañante. Tomar la mano o escuchar la voz de un ser querido tiene un efecto calmante.
Manten la mente ocupada. Concéntrate en cualquier cosa que no sea la aguja: el piso, música en tu celular, los efectos positivos del tratamiento o vacuna que te estén poniendo, planes emocionantes que tengas a futuro.
Avisa desde el inicio. Cuéntale a la persona que te esté tratando sobre tu miedo, y diles los mecanismos de distracción o de relajación que te han funcionado en el pasado. Así podrán trabajar mejor contigo.
Pide anestesia. No siempre se puede, pero puedes ver si es posible que te apliquen una anestesia tópica, como novocaína, o algo que duerma la piel previo al piquete.
No veas. Este punto se explica solo: no te autoprovoques.
Intenta algún método de relajación. Es importante que mantengas el músculo relajado. Para lograrlo, usa técnicas de relajación, como la respiración profunda.
Acuéstate. Si en el pasado te has desmayado con inyecciones, pide que te la apliquen acostado. En la mayoría de los casos se puede.
Ve a terapia. Si tu caso es extremo, esta opción podría salvarte. Es posible que te recomienden terapia cognitivo conductual, que te ayudará a replantear la forma en que ves las agujas; terapia de exposición, que –bajo supervisión– aumentará gradualmente tu contacto con agujas (comienzas viendo fotos, sujetando jeringas sin agujas... así, hasta que después de un tiempo recibes una inyección real).