
En aquella época, los actos sexuales entre personas del mismo sexo eran considerados ilegales y la homosexualidad estaba catalogada como una enfermedad mental por la Organización Mundial de la Salud –y así siguió siendo hasta el 17 de mayo de 1990. Por tal motivo, los miembros de esta comunidad estaban acostumbrados a huir de la policía y a mantener en secreto su orientación sexual. De lo contrario podían enfrentarse al rechazo de sus gremios profesionales, familias, grupos religiosos, a la persecución de las autoridades o a ser exhibidos en los medios con la consecuente ruina social. Si bien, en algunos países y ciudades esto sigue siendo una realidad, a finales de los años 70 esta era la norma y nadie podía hacer mucho al respecto.
Sin embargo, esa noche algo cambió. Cuando la policía ingresó al local, las luces se prendieron y la música se detuvo. A los cerca de 200 clientes que se encontraban en el local se les fue pidiendo que entregaran sus identificaciones conforme salían hacia la calle. Al principio, el ambiente era festivo a las puertas, pero los agentes comenzaron a ejercer violencia contra algunos de ellos. Testigos cuentan que una drag queen fue atacada tras golpear con su bolso a uno de los policías y que una lesbiana forcejeó con ellos al intentar ser metida a la fuerza a una patrulla.