Querida abuelita Sissy,
Es de noche y otra vez no puedo dormir. Te escribo desde mi cama en esta madrugada en la que cada vez escucho más el sonido de ambulancias, porque siento urgencia de hacerlo. En esta época rara y llena de zozobra, ser amoroso se ha vuelto para mí obligatorio.
Quiero que sepas que cada vez que me acuerdo de ti, pienso en tu nombre y en el mío, en ese vínculo que nos une más allá del amor y la sangre. Me encanta que te llames Socorro y yo Salvador, como mi abuelo, ese hombre de apariencia dura pero corazón tibio con el que compartiste cinco décadas, ese joven tímido que, justo antes de volver a la Guerra de Corea para reparar aviones de combate, se plantó frente a tu puerta y, sin decirte nada, se levantó la manga de su playera para mostrarte un tatuaje en forma de corazón con tu nombre escrito.