Estas son las leyendas de Tequila
No se sabe exactamente qué fue primero: el vino mezcal –así le llamaban al tequila cuando empezaron a producirlo– o los relatos... pero están muy relacionados. En Tequila, el aguardiente y la tradición han generado leyendas de terror que le dan otro color a las fachadas coloniales que adornan el pueblo mágico.
Los campos de agave que rodean el pueblo de Tequila pintan de azul las montañas aledañas y es ahí donde se producen millones de plantas que posteriormente se cuecen; las leyendas surgen de las calles y fábricas del Centro Histórico del Pueblo Mágico.
Cuenta la leyenda que hace muchos años un grupo de indígenas mexicas caminaba en el campo entre magueyes cuando, inesperadamente, una tormenta los sorprendió, rápidamente se refugiaron en una cueva hasta que pasó la lluvia. Un rayo azotó una de las plantas cociéndola, tras la cocción desprendía un olor inigualable que los atrajo a descubrir su deliciosa miel... y lo demás es historia. El culto a la tierra y la siembra del agave de los indígenas, se mezcló hace cientos de años con los alambiques de cobre que trajeron los españoles tras la conquista y, juntos, comenzaron a destilar el vino mezcal hasta convertirlo en parte intrínseca de la identidad del mexicano...
Los lavaderos de Cipriano Rosales
A un par de cuadras de la fábrica de Sauza, están los misteriosos lavaderos comunales. En 1918, durante el gobierno del presidente municipal Cipriano Rosales, muchas tequileras tomaban clandestinamente agua de los arroyos, así que Rosales, consciente y bueno, ordenó la construcción de unos lavaderos para la población. Los relatos cuentan que ahí Doña Félix lavaba ajeno desde los quince años (principios de 1920); ella siempre lavaba en el mismo lugar y para alcanzar bien, colocaba una banqueta en la que se subía. Muchos años después, Doña Félix murió por causas naturales cuando tenía 85 años y la gente del pueblo guardó el banco pensando que nadie más lo utilizaría... pero a la mañana siguiente volvió a aparecer en el mismo lugar, y así sucedió por varios días, hasta que finalmente lo fijaron con cemento para que ella fuera desde el más allá a lavar. Otro misterio es que si se cuentan los lavadores de un lado al otro, suman 83, pero si se enumeran de regreso, jamás, a nadie, le salen las cuentas.
Fábricas del horror
Muy cerca de los lavaderos estaba la fábrica de tequila "La Castellana", de don Cipriano Rosales, en la época era conocida como la "Fábrica de los Monstruos" pues el antiguo presidente municipal sólo contrataba gente con discapacidades o mutilaciones. Hoy está abandonada y se utiliza en contadas ocasiones para filmar películas de terror.
En otra fábrica en el centro de Tequila se produce aguardiente artesanal. En la ex hacienda "El Martineño" –que hoy sigue funcionando– se cuenta que Anita, la hija del hacendado, muere ahogada –a los doce años– en el río escapando del capataz quien quería abusar de ella. El cuerpo jamás fue recuperado, y hasta ahora, algunos trabajadores aseguran haberla visto jugando y paseando por la hacienda. Aquellos que conocen la historia y visitan la fábrica, le dejan un dulce para que ella no los siga a su casa.
El diablo y don Cenobio Sauza
La historia del aguardiente y su producción industrial se remonta a cientos de años atrás cuando José Antonio de Cuervo y Valdés inició (1758) una de las fábricas más imponentes del ramo, años más tarde ésta cambia de nombre a La Rojeña. A su vez la elaboración de tequila impulsó el desarrollo del pueblo, incluso atrajo el ferrocarril cuando éste apenas comenzaba. Ahí, también comienzan las leyendas relacionadas a la bebida...
Las narraciones dicen que Don Cenobio Sauza Madrigal, fundador de la fábrica Sauza, llegó a Tequila de Teoucuitatlán de Corona, Jalisco. Cuando tenía quince años comenzó a trabajar para Cuervo, después de aprender técnicas de destilación inició su camino y adquirió la destilería “La Perseverancia" donde produjo su propio tequila... Cuenta la leyenda que un trabajador de Don Cenobio lo acompañó –con los ojos vendados– a una cueva en la loma donde se firmaría el pacto. La curiosidad lo venció y cuando se quitó la venda, vio a Cenobio encadenado recibiendo azotes del diablo. El miedo alejó a la gente de la fábrica, muchos se negaban a trabajar para él. Dicen que la familia Sauza fue benefactora del pueblo para sanar su alma.
El éxito y fuerza de las leyendas alrededor de los Sauza rebasaron las paredes de su fábrica. Satanás era el corcel de Don Cenobio y eran tan cercanos, que cuando el señor muere por causas naturales, el animal muere de tristeza. Muy cerca de “La Perseverancia” está el callejón del diablo donde se dice que en las noches aparece un caballo negro llamado Satanás y que a quien encuentra, lo lleva hasta las puertas del infierno.
El dragón dormido
En la plaza central, donde está la Parroquia de Santiago Apóstol está la Cruz Atrial (de piedra). Ahí el viento se siente mucho más fuerte, el aroma a agave se percibe todo el día, cuando llega el atardecer el olor se intensifica. Cuenta la leyenda que debajo de la cruz está la cabeza de un dragón dormido y que su cola llega hasta el Volcán de Tequila... Los relatos dicen que el dragón aún está respirando y por eso se siente el aire más intenso. Enfrente está la Capilla del Señor de los Desamparados, el único lugar a donde hace muchos años los indígenas podían acudir a orar
Tequila es un pueblo lleno de colores, vibrante. Las fachadas coloniales, las calles empedradas de los primeros cuadrantes, las tiendas con barriles y licores, los árboles lluvia de oro y el volcán de Tequila, completan la pintura de historias y sabores.
El constante aroma a agave embelesa el alma, bueno, en realidad, seduce todos los sentidos hasta embriagarlos.
Vía: Travel+Leisure México
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