La luz entra por todos lados y los amplísimos ventanales permiten que el aire corra dejando a su paso esas inconfundibles notas de mar y mangle. Si se cierran los ojos y se agudiza el oído, se puede comenzar a percibir los sonidos emitidos por las aves y sentir cómo los poros van reaccionando ante la humedad del ambiente.
Una década de la joya más valiosa de Punta Nizuc
Al volver a abrirlos, el paisaje del hotel Nizuc sigue siendo el mismo, pero la manera de percibirlo ha cambiado y, entonces, se comienza a entender que esta reserva natural encierra secretos que no son evidentes a simple vista y que se descubren poco a poco.
Cuesta trabajo creer que el aeropuerto de Cancún está a tan solo 15 minutos de distancia –algo que lo hace más conveniente que muchos otros resorts del destino– y que el arrecife Mesoamericano se encuentra frente a sus playas, perfectas para practicar snorkeling, paddle boarding o kayak. Pero esta visita apenas comienza y hay que aprovechar todo lo que el complejo ofrece.
La experiencia culinaria de Nizuc es diversa en sus expresiones e influencias. Los desayunos de Café de la Playa son la mejor manera de comenzar el día. Perú se hace presente en el restaurante NI; Indochine ofrece un recorrido por varios países asiáticos; Ramona explora las tradiciones culinarias de México; La Punta recurre al fuego y al calor de la parrilla para cocinar al gusto de cada huésped pescados, maricos y cortes de carne; y el ron y los habanos imponen su autoridad en Havana Lounge.
La oferta en el terreno del bienestar lleva el sello de ESPA, marca cosmética elegida por algunos de los spas más exclusivos del mundo. El circuito de hidroterapia de Nizuc Spa es una experiencia por sí mismo y el preludio de tratamientos que se realizan en el interior de un oasis de casi 2,800 metros cuadrados. Y de ninguna manera se debe pasar por alto el trabajo realizado por el arquitecto Alejandro Escudero, quien creó habitaciones –muchas de ellas con terrazas y albercas privadas– que invitan al descanso y a la desconexión. Cuesta creer que han pasado diez años desde que Nizuc recibiera a sus primeros huéspedes, pero cuando se mira con detenimiento y se observan las huellas del paso del tiempo, es inevitable pensar que una década le ha sentado de maravilla.