Los 58 kilómetros que separan Ginebra de Le Brassus, en Suiza, se recorren por una carretera que se interna en pequeñas poblaciones que parecen salidas de una postal, mientras serpentea entre bosques de abetos cada vez más tupidos conforme uno se aproxima al valle de Joux. Este remoto punto de la geografía suiza, rodeado de las montañas del Jura, es la cuna de la relojería de alta complicación, misma que ha dado fama mundial a este país europeo, hogar de algunas de las manufacturas más antiguas y respetadas de la industria. Invitado por Audemars Piguet, llegué hasta ahí una tarde de finales de octubre después de un largo viaje desde México. Dicha visita tenía dos objetivos principales.
Regresar al origen del tiempo
El primero era hospedarme en el renovado Hôtel des Horlogers para conocer sus instalaciones, servicios y, sobre todo, descubrir la manera en que su visión sostenible y holística muestra a los huéspedes una nueva cara de la hotelería. El segundo, recorrer el Musée Atelier Audemars Piguet, un espacio en el que convergen el pasado, presente y futuro de la manufactura que en 1875 fundaron Jules Louis Audemars y Edward Auguste Piguet.
Una discreta fachada de madera y cristal resguarda este hotel de 50 habitaciones que abrió sus puertas el pasado mes de junio y que proyectó Bjarke Ingels Group (BIG). Si bien lleva pocos meses en funcionamiento, su historia se remonta a 1857, cuando abrió en Le Brassus el Hôtel de France que durante más de un siglo recibió a visitantes de todo el mundo para convertirse en una parada importante del “camino de los relojeros”, la ruta que conectaba los talleres relojeros del valle con Ginebra.
En 2003, Audemars Piguet adquirió la propiedad y tras una remodelación de dos años comenzó a operar bajo el nombre de Hôtel des Horlogers. Sin embargo, en 2016 y con el objetivo de transformarlo en un proyecto más acorde con los valores de la marca y de los nuevos criterios ecológicos, el hotel cerró nuevamente sus puertas para que el despacho que encabeza Ingels reimaginara su estructura y funcionamiento lejos de los códigos habituales de la arquitectura hotelera.
El techo del lobby recibe a los huéspedes con unos impresionantes árboles blancos colgantes. Esta es la primera pista que nos introduce en la visión de BIG. Materiales locales como la piedra y la madera combinan con el concreto y se fusionan con un paisaje que puede admirarse desde todas las habitaciones a través de grandes ventanales. El espacio fue interpretado como una serie de crestas montañosas en pendientes tanto por dentro como por fuera. En el exterior, la construcción incluye unas rampas que descienden con suavidad hacia el valle, acomodándose a la topografía y abriendo un largo sendero por la naturaleza.
Por dentro, una serie de pasillos en zig-zag unen todas las habitaciones con su suave pendiente. En todas las áreas –desde el bar, los dos restaurantes, el spa, el gimnasio y los salones de juntas– el entorno es el protagonista. Los colores neutros dominan el espacio, acentuado con las formas sinuosas de elementos como las lámparas o las curvaturas de las sillas. La calidez y el confort conviven con un aire rústico que proviene de las praderas en las que las vacas pastan en absoluta calma.
La propuesta gastronómica incluye un bar en el que se da prioridad a destilados, vinos, cervezas y cocteles preparados con ingredientes de la región. Por su parte, los restaurantes Le Gogant y La Table des Horlogers –este último con capacidad para 12 comensales y que ofrece un menú degustación– se han confiado al chef Emmanuel Renault, con tres estrellas Michelin en su haber. Igualmente destacable es el compromiso del hotel con la sostenibilidad, que se manifiesta en una construcción de bajo impacto ambiental, pero también en la operación diaria. El uso de materiales ecológicos, un bajo consumo de energía, la exclusión del uso de plásticos, una cuidadosa selección de proveedores y la transformación de los residuos orgánicos en biomasa, entre otras muchas medidas, le han hecho acreedor de la certificación Minergie-ECO.
LA SINFONÍA DEL TIEMPO
Pero ninguna visita al corazón relojero de Suiza estaría completa si se deja pasar la oportunidad de recorrer el Musée Atelier Audemars Piguet. Desde la puerta del hotel, basta caminar menos de cinco minutos para ingresar en un espacio que sumerge a los visitantes en el legado cultural de la maison. Concebido también por BIG e inaugurado en 2020, reúne aproximadamente 300 relojes que recorren más de 150 años de historia de la marca.
Localizado junto al edificio más antiguo de la compañía, este museo/taller es reconocible por un pabellón de vidrio en espiral en el que convergen arquitectura contemporánea, escenografía pionera y saber hacer tradicional. Un espacio que representa la materialización del espíritu vanguardista que siempre ha distinguido a Audemars Piguet, que no escatimó en un solo recurso para lograrlo.
La museografía –a cargo de Atelier Brückner– lleva a los visitantes por un recorrido que abarca la historia de la región, el surgimiento de la relojería, el legado de la marca y la familiarización con muchos de los procesos involucrados en la fabricación de una pieza de alta relojería. Los visitantes, incluso, pueden experimentar con técnicas que emplean los expertos en acabados de Audemars Piguet, como el satinado cepillado y el perlado. Para ofrecer una experiencia variada, didáctica y entretenida se hace uso de esculturas, autómatas, instalaciones cinéticas y maquetas que aportan nuevas nociones sobre el oficio relojero a novatos y expertos.
Se ha concebido el recorrido como una partitura musical. Así, al tiempo que recibimos explicaciones sobre el funcionamiento de complicaciones como los cronógrafos o las sonerías, podemos ver a los artesanos de la casa dando muestra de sus habilidades en los talleres de Grandes Complicaciones –aquí cada modelo compuesto por más de 648 componentes pasa de seis a ocho meses en manos de un único relojero– y Oficios Artísticos, donde maestros joyeros, engastadores y grabadores conciben y elaboran los diseños de alta joyería.
Las creaciones de más alta complicación de la manufactura se encuentran en el centro de la espiral, iluminadas y envueltas por luz natural en un espacio en el que la intensidad arquitectónica alcanza el grado sumo. Las complicaciones astronómicas, de sonería y de cronógrafo que definen la esencia de Audemars Piguet desde su fundación giran en torno al reloj de bolsillo ultracomplicado Universelle de 1899. Esta pieza, que fue restaurada y devuelta a su esplendor original en los talleres de la casa, incluye más de 20 complicaciones e incorpora 1,168 componentes. Inspirados en el sistema solar, los escaparates esféricos de esta sección evocan los ciclos astronómicos del tiempo en el corazón de la relojería. La muestra concluye con una espléndida colección de los modelos Royal Oak, Royal Oak Offshore y Royal Oak Concept, modelo que en 2022 celebró 50 años de existencia.
Al igual que el hotel, la estructura exterior de la espiral se alza en sintonía con el entorno. Toda una proeza de la ingeniería y el diseño gracias a paredes de cristal curvo que son las que sostienen la cubierta de acero. Una malla exterior de latón regula la luz y la temperatura, mientras que una cubierta verde de plantas ubicada en el techo contribuye a regular térmicamente el interior, además de absorber el agua. Por dentro, las paredes de vidrio curvo convergen hacia el centro de la espiral en el sentido de las agujas del reloj antes de moverse en la dirección opuesta: los visitantes recorren así el edificio como recorrerían el espiral de un reloj. Esta pequeña superficie de Le Brassus se ha concebido como punto de encuentro para los amantes de la relojería, la arquitectura y la naturaleza, ya sean locales o internacionales. Fomentar el turismo es una de sus principales misiones, sin olvidar la promoción de la artesanía y el legado de la región.