También Tulum, entonces un lugar tan alejado del turismo como hoy la Sierra Madre de Guerrero. Allí, al borde del mar, con una alberquita privada frente a mi cabaña, entendí que vivía el final de una época. Hoy, Tulum es uno de los lugares más saturados del planeta; la selva, un commodity con el que jugar (e invertir) a largo plazo, y el Caribe un parque de atracciones para turistas procedentes de todos los rincones del mundo.
Es curioso, me digo, que en aquel lejano 2008, la sostenibilidad y la minimización de nuestro impacto en el medio ambiente aún no eran mainstream, apenas circulaban entre conversaciones de gente muy comprometida, casi activistas. Hoy, con toda la costa caribeña de Quintana Roo (y de prácticamente todos los paraísos playeros y alpinos del planeta) plagada de desarrollos inmobiliarios, la reducción de nuestra huella de carbono a la hora de disfrutar de nuestro viaje forma parte de cualquier proyecto hotelero.
Pero antes vayamos a los datos. Según Jacques Demajorovic, uno de los grandes expertos mundiales en ecoeficiencia hotelera y coordinador del programa de Gestión Ambiental de la Universidad SENAC de São Paulo, en Brasil, “un hotel de 75 habitaciones representa un consumo de 338 litros de agua por habitación, en un hotel de 500 habitaciones o más son 790 litros, mientras que un ciudadano en su casa consume algo más de 300 litros”. Es decir, el hotel como concepto, datado hace más de 2,000 años, no es amigable con el medio ambiente. A esta realidad hay que añadir la preocupación de los clientes, cada vez más concienciados con su huella de carbono a la hora de viajar. Si quieres cruzar el Atlántico, la única solución es el avión.
El World Travel & Tourism Council se reunió recientemente en Manila con el objetivo de establecer algunos de los grandes lineamientos que implementarán en los próximos tres años
Entonces, ¿por qué no concentrar nuestros esfuerzos en la protección de la naturaleza en el hotel de destino? Al menos así lo cree 66 por ciento de los turistas hoteleros, según una encuesta que realizó la cadena hotelera Eurostar, en la que también se refleja que 23 por ciento de los encuestados estaría dispuesto a pagar un poco más por su habitación siempre que se le garantice un respeto a la naturaleza desde las instalaciones del hotel.
Fue entonces cuando la industria se puso manos a la obra. El World Travel & Tourism Council (WTTC) se reunió a finales del pasado año en Manila, Filipinas, con el objetivo de establecer algunos de los grandes lineamientos que, especialmente las grandes cadenas internacionales, tratarán de implementar a lo largo de los próximos tres años.
“Estamos presentando los conceptos básicos de sostenibilidad hotelera para garantizar que ningún hotel, por pequeño que sea, se quede atrás en el impulso para introducir medidas básicas de sostenibilidad dentro de un nivel míni- mo en los próximos tres años. La sostenibilidad no es negociable, pero no todos los hoteles pequeños tienen acceso a la ciencia sobre cómo marcar la diferencia”, decía durante el citado congreso Julia Simpson, presidenta y CEO de la organización.
Los 12 lineamientos aprobados durante las jornadas de discusión y que ya son una realidad en muchos establecimientos son los siguientes: medir y reducir el uso de energía, medir y reducir el uso de agua, identificar y reducir los residuos, medir y reducir las emisiones de carbono, crear un programa de reutilización de ropa blanca, eliminar popotes y agitadores de plástico de un solo uso, reemplazar las botellas de agua de un solo uso, reemplazar las minibotellas de agua de un solo uso, utilizar productos de limpieza ecológicos, ofrecer opciones vegetarianas en los menús, crear beneficio comunitario y reducir las desigualdades.
Por el momento, algunas de las gran- des cadenas internacionales, como Accor Hotels, Radisson Hotel Group, Meliá Hotels International, Marriott International, Hilton, Iberostar Hotels & Resorts y Bahía Príncipe Hotels & Resorts ya se han adherido a la mayoría de estos cambios, aplicando cuanto antes modificaciones en sus organizaciones para cumplir con los objetivos. El problema, tal y como especifica Simpson, estriba en los hoteles independientes, los boutique y aquellos de gama media y baja, donde se hace más difícil alcanzar una eficiencia económica mientras se activan protocolos para cuidar el medioambiente.