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Las manos que moldean Yukón

En el extremo noroeste de Canadá la naturaleza impone su ley. Ahí, hombres y mujeres toman de ella lo que necesitan para transformarlo en arte, joyas y objetos que hacen la vida más llevadera.
lun 26 diciembre 2022 12:00 PM
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Una de las primeras cosas que suelo preguntar cuando llego a un destino por primera vez es cuál es su población. La respuesta me ayuda a darme una idea de la dimensión del lugar, pero también del número de historias que podrían contarse de él. A las pocas horas de haber llegado a Whitehorse, capital del territorio de Yukón, en Canadá, solté la pregunta a nuestra anfitriona. “En Whitehorse viven aproximadamente 32 mil personas. En todo el territorio, se estiman un total de 42,000”, me dijo.

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A esta ciudad, asentada a orillas del río Yukón, llegué con dos objetivos principales: conocer a algunos de los emprendedores locales y ver auroras boreales. Para cumplir con el primero, teníamos una agenda de visitas a estudios, tiendas y talleres que nos ayudaría a familiarizarnos con algunas de esas historias sobre las que la cifra de habitantes me había hecho pensar. En el caso del segundo, estábamos totalmente en manos de las decisiones que tomara la naturaleza.

Octubre apenas iniciaba y al llegar me di cuenta de que el otoño se había encargado de dejar sin hojas los árboles un par de semanas atrás. El termómetro ya marcaba temperaturas de 10oC y la expectativa era que mientras nos moviéramos más al norte –como haríamos un par de días después– incluso experimentáramos mínimas de bajo cero. Una de mis primeras reflexiones tuvo que ver con lo mucho que las estaciones y el clima determinan la vida de la gente en estas latitudes. Hay que tener la piel bien curtida, por decirlo de alguna manera, y estar muy bien preparado para enfrentarse a los crudos inviernos de su geografía.

Fuera de los límites de la ciudad, en Yukón todo es vastedad y naturaleza. Lagos, montañas, bosques de pinos y ríos son las fuentes de las cuales se obtienen los materiales y la inspiración –durante los meses menos fríos– para trabajar, durante el largo invierno, dando rienda suelta a la creatividad.

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Entre las opciones de alojamiento están propiedades como Black Spruce e Inn on the Lake. Ambas son ideales para observar auroras boreales y mucha de la vida silvestre de la región.

Los creadores

Lumel Studios es un establecimiento en el que pueden adquirirse objetos de vidrio soplado, pero también tomar clases y talleres para crear distintos objetos con la guía de sus colaboradores. Al lado del horno y las herramientas, uno se olvida de lo que el clima pueda estar ocasionando afuera.

Vanessa Aegirsdottir es una artista que trabaja con pieles de distintos animales –zorro, búfalo o glotón, entre otros– para crear joyas y distintos accesorios que honran el trabajo que las primeras naciones hacían con ellas. De la mano de su esposo George, descendiente de los tlingits, se asegura que todas estas pieles se obtengan de líneas de trampas que trabajan de manera ética y asegurando un pago justo a sus proveedores para crear las colecciones de Wild Yukon Furs.

Un caso similar es el de las hermanas Delaney y Montana Prysnuk, quienes mediante el uso de herramientas tradicionales y técnicas de tallado, bordado, trabajo con cuentas y curtido de pieles, elaboran distintos objetos e imparten talleres en los terrenos de su cabaña a las afueras de Whitehorse.

Al escucharlas explicar el proceso de curtido de las pieles con las que trabajan, se puede comenzar a entender la conexión que la gente de este territorio tiene con la naturaleza. La subsistencia de todos –humanos, animales y vegetación depende de un equilibrio que se debe mantener entre todos, respetando ciclos y entendiendo que nunca se debe tomar de la naturaleza más de lo que se necesita. Por lo menos, esos son los principios bajo los que opera su empresa, Copper Caribou.

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La naturaleza es la principal proveedora de materias primas e inspiración para muchos de los artistas y artesanos de la región, quienes trabajan con pieles, maderas, cortezas de arboles y frutos.

Tras una larga carrera como policía, Cat McInroy decidió dedicarse a otra de sus pasiones: la cocina. Well Bread es un centro culinario en el que esta chef se dedica a promover muchos de los ingredientes de la región y a compartir la historia del vínculo de los habitantes de Yukón con los alimentos. Una de sus especialidades es el pan, que prepara con una masa madre de más de 125 años de antigüedad.

Si bien muchos de los participantes de sus talleres son visitantes, también trabaja mucho con personas de la comunidad local, a quienes muchas veces enseña a preparar productos como mantequilla o conservas. “Vivimos en una región tan apartada y con tantos riesgos de quedar aislada por diferentes motivos, que la gente necesita herramientas para subsistir”, asegura.

A poco más de 530 kilómetros al noroeste de Whitehorse se encuentra Dawson City, una población famosa por ser escenario de la fiebre del oro de Klondike. Aquí viven poco más de mil personas que cada invierno se enfrentan a temperaturas que pueden superar los -40oC. Algunas de ellas, como Leslie Chapman, siguen ligadas a actividades como la extracción de oro –durante los meses sin nieve– y posteriormente a la creación de joyas en su estudio Forty- mile Gold. Muchas de sus piezas incorporan cuentas, cristales y hasta marfil de cuernos de mamut milenarios que con frecuencia se descubren en las excavaciones de las minas. De la fundición al tallado, del prensado al pulido, ella está a cargo de todos los procesos. Con cada golpe de martillo, cada medición y el engastado de cada piedra imprime su sello personal a cada una de sus creaciones.

Los lazos que unen a Jackie Olson a Dawson City vienen de muchas generaciones atrás. Si alguien está familiarizada con los ciclos de la tierra y las estaciones es ella, y mucho de este conocimiento le ha llegado de generación a generación. En una carpa instalada en los terrenos de su propiedad, Jackie nos enseñó a trabajar con las cortezas de sauce que recolecta durante el verano y que suele tejer durante el invierno.

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La temporada comprendida entre octubre y marzo es ideal para observar auroras boreales en Yukón. Desde luego, es importante saber que todo dependerá de las condiciones climáticas.

Si bien trabaja con distintos medios, a través de todos ellos busca comunicar el profundo amor que tiene por estas tierras. Aquí nació, aquí se educó e, incluso en los días más fríos, encuentra razones para reafirmar su amor por su tierra. Aquí están sus raíces, al igual que las de esos sauces que cada primavera vuelven a reverdecer.

A todos ellos los conocí a lo largo de seis días en Yukón. También cada noche, huyendo de la contaminación lumínica, esperábamos pacientemente a que las auroras boreales comenzaran a pintar el cielo. Parecía que las nubes estaban en nuestra contra; mientras más nos empeñábamos en cazarlas a la orilla de un lago, en la cima de una colina o desde la ventana de nuestra cabaña, menos nos permitían verlas.

Casi había perdido la esperanza cuando, la última noche, su resplandor verde se hizo presente en el horizonte. Al final del viaje, los dos objetivos se cumplieron. Conocimos a algunas de las personas que, con sus manos, moldean Yukón y confirmamos una vez más que la naturaleza es una fuerza tan impredecible como hipnotizante.

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