Son las 10 de la mañana y después de un vuelo que salió de la Ciudad de México a las siete, lo único que quiero es llegar a casa y desayunar como Dios manda. En realidad, estoy a punto de hacer check in en un hotel de la capital Oaxaqueña, pero no es cualquier hotel. Casa Santo Origen abrió sus puertas el pasado mes de noviembre y es una propiedad boutique de ocho habitaciones localizada en San Felipe del Agua, una de las zonas residenciales más exclusivas de la ciudad, localizada a 20 minutos del centro.
Un refugio ideal en Oaxaca
En la recepción todo está listo para recibirme. Basta una firma para que me inviten a pasar al restaurante Entre Sombras, mientras el staff se encarga de llevar mi equipaje a la habitación. Con una cocina abierta y las mesas dispuestas bajo sombrillas en la terraza, se antoja como el lugar al que quería llegar. Del menú llaman mi atención el jugo verde y los chilaquiles de mole con pork belly. Ambos llegan mucho más rápido de lo que esperaba y para rematar, pido un café y un croissant relleno de chocolate hecho en casa.
Aquí, las habitaciones no tienen número, sino nombres inspirados por las distintas regiones del estado. Sierra Sur es el nombre de la mía. Con vistas a la terraza principal del hotel, me da la bienvenida con sus pisos de madera y amplios espacios decorados con textiles, tapetes, muebles y obras de arte que rinden un homenaje a las manos de los artistas y los artesanos locales. Desde luego, no podía faltar una botella de mezcal Santo Origen, marca que ha inspirado con sus valores todo lo que este hotel representa. Desde mi balcón se dominan las montañas, una azotea cubierta de agaves y la alberca que con sus reflejos parece invitarme a darme un chapuzón.
El cuidado a los detalles se observa por todos lados: fuentes, esculturas, obras de arte –que en su mayoría están a la venta–, rincones que invitan al descanso y a la desconexión, muros de piedra, escaleras de adobe y una higuera de más de 100 años que se impone en el centro del hotel. Y como en cualquier casa, un ambiente desenfadado y acogedor en el que todos están dispuestos a ayudar con solo un mensaje de WhatsApp.
A pesar de que paso la mayor parte del día trabajando desde mi habitación, el cambio de aires me viene muy bien. Una botella de agua infusionada con romero me es insuficiente y pido que me envíen otra. Al abrir la puerta me doy cuenta de que me han enviado dos, una con romero y una con hierbabuena, por si quiero probar algo distinto. Más tarde, pido ayuda para conseguir un taxi –quiero caminar un poco por el centro– y el equipo de concierge arregla todo para que pasen por mí un par de horas más tarde.
Hay que aprovechar el tiempo y esa tina de cobre martillado me está esperando. Agua caliente, sales de L’Occitane y una buena playlist es todo lo que necesito para relajarme y abrir el estómago para unas tlayudas.
De la cama podría escribir todo un ensayo, pero me limitaré a decir que las sábanas y las almohadas se volvieron mi capullo durante las dos noches que dormí en el hotel. Las comidas y las cenas en Entre Sombras, también son altamente disfrutables y, ver los atardeceres desde su terraza es, como dijera Enrique Iglesias, una experiencia religiosa.
Tan temprano como volé hacia Oaxaca, lo hice de regreso a la Ciudad de México. Con la mejor disposición, el equipo de cocina me preparó el mejor desayuno antes de viajar: un pan francés y un café bien cargado. Ahora sé que la mejor manera de viajar a Oaxaca es llegar a casa y más si es Casa Santo Origen .