Choque, de 42 años, extrabajador minero aurífero y actualmente artesano, se siente orgulloso por su casa que, según dice, no tiene nada que ver con el demonio bíblico.
"Yo creo en El Tío, he hecho mi casita de acuerdo a eso y el propósito final es turismo. Vamos a convertirla en un museo de historia del miedo de Bolivia", dice a la AFP.
Pretende colocar en el museo, en fase de construcción y que estaría terminado a fin de año, todas las tradiciones que hay en Bolivia y que hacen referencia a la muerte o a los demonios.
Menciona, por ejemplo, "la carreta del más allá" que por las noches circula para robarse las "almas descarriadas", de acuerdo con una creencia que existe en los Llanos del país. O la encantadora "sirena del lago" Titicaca, que comparten Bolivia y Perú.
"Estamos buscando todo lo interesante de Bolivia que causa miedo", dice Choque, quien vive en la zona 25 de Julio en la ciudad de El Alto, vecina de La Paz y poblada principalmente por migrantes aymaras.

La adoración de El Tío es una práctica ancestral en el país andino. Con la llegada de los españoles y el catolicismo romano, la figura se asoció con el demonio cristiano, pero este antiguo minero insiste en que Supay es una deidad ni buena ni mala.
"Yo creo en Dios ¡claro que sí!", dice ante la pregunta de AFP, y asegura que ambas creencias no son excluyentes.
Miguel Ángel Mamani es el joven artesano de 19 años encargado de elaborar las imágenes con cemento, piedra y arcilla.
Él describe a El Tío como "un espíritu que hay en la cosmovisión andina que vive en las profundidades, es un 'supay', vive en las profundidades (de la tierra), en un mundo subterráneo".