Si bien he recorrido sus rincones varias veces y en distintos momentos, la más reciente fue para celebrar el Día de Muertos. Las flores de cempasúchil, las catrinas y los aromas de azahar y mantequilla del típico pan de muerto inundaban sus calles. Cientos de personas esperaban su turno para ser maquilladas en las calles y unirse a esta fiesta que, entre muchas otras cosas, incluyó un desfile por algunas de las calles principales.
En esta ocasión –entre fuertes protocolos de seguridad– pude ver un rostro distinto de la ciudad. Entre ofrendas y cientos de turistas nacionales y extranjeros ávidos de experimentar una de las fiestas más representativas de México en todo el mundo, conocí a algunos personajes y me sumergí en espacios que cuentan importantes episodios de la historia de San Miguel.

La que hasta los años 90 fuera una fábrica textil que producía lona, es hoy un centro de arte y diseño que ha conservado su nombre original: La Aurora. Al interior de la propiedad pueden encontrarse importantes pistas de su historia –como los imponentes cuartos de máquinas– que sirven como telón de fondo a galerías, tiendas de artesanías y piezas de diseño, restaurantes y estudios de artistas que han encontrado en sus espacios un ambiente ideal para la creación. Por sus pasillos pueden encontrarse fotografías en blanco y negro que documentan distintos momentos de su existencia y patios y jardines que dan una muestra de su esplendor.
Hermes Arroyo es uno de los nombres más conocidos por los habitantes de la ciudad. Su taller, localizado frente al hotel El Palomar –una gran opción de alojamiento para quienes buscan un refugio romántico con excelentes vistas y acogedoras instalaciones–, es responsable de la producción de gran parte de las mojigangas –marionetas enormes que suelen animar las festividades– que se ven por las calles de San Miguel. Desde su infancia comenzó a aprender el oficio de la cartonería y hoy sus creaciones han recibido reconocimiento nacional e internacional. Visitar su taller y tomar una clase con él para pintar una de sus figuras de cartón, es una oportunidad para dejar volar la imaginación y desconectarse por un rato del mundo.