Lo primero que tengo que hacer al comenzar esta columna es pedir una disculpa en caso de que alguien la haya buscado y no la haya encontrado el jueves pasado. Después de 18 meses de escabullirme del Covid-19 ya no pude seguir ocultándome de él. Así que 10 días después de mi diagnóstico sigo en aislamiento, confiando en que lo peor ya ha pasado.
Misión: Bienestar
Intenté desconectarme por completo del trabajo, pero el cierre que he concluido hace un par de días lo hizo imposible, así que, en realidad, estoy dándome un tiempo para llevar las cosas con calma y poner orden en mi cabeza después de la montaña rusa emocional que han sido las casi dos semanas anteriores. Y, como casi siempre que necesito ordenar mis ideas, me he sentado a escribir.
Como ocurre casi siempre, la ausencia de algo nos hace valorar lo que hemos perdido. En mi caso, la ausencia de salud me ha hecho apreciar lo mucho que puedo hacer en mi día a día cuando mi cuerpo se encuentra en correcto funcionamiento. Lo único en lo que puedo pensar ahora mismo es en lo mucho que necesito unas vacaciones, alejarme unos días de la ciudad y disfrutar del silencio lejos de los correos electrónicos, los mensajes de WhatsApp y las llamadas telefónicas inoportunas. Si bien esto tiene que ver con la enfermedad que estoy superando, mi cuerpo ha estado dándome señales desde hace meses.
Sé que no soy el único, sé que no estoy solo y que este es un sentimiento compartido. Todos hemos trabajado a marchas forzadas durante más de un año, adaptándonos a nuevas dinámicas de trabajo y familiares, a nuevos procesos, a dinámicas que no conocíamos, con una movilidad física limitada, horarios inestables y todo tipo de retos. Entre todo este caos, ha habido momentos en los que me he descubierto fantaseando con volver a algunos de los hoteles en los que me he sentido más en paz, donde he podido dormir sin ansiedad, comer sanamente y a mis horas, y darle a mi cuerpo y mi mente esos mimos que a todos nos vienen bien de vez en cuando: un masaje, un facial, una sesión de meditación o yoga, una tarde de lectura junto a la alberca…
Convencido de que las cosas buenas hay que compartirlas, he preparado una selección de tres hoteles –todos muy cercanos a la Ciudad de México– en los que el bienestar es una prioridad y una vocación. Planear una escapada no requiere más que la determinación de hacer un espacio para nosotros mismos y de manejar unas horas. ¿Mi primer consejo? Evitar los fines de semana, pues son los días que estas propiedades suelen estar más concurridas y, aunque suene egoísta, es mucho mejor no tener que compartir las atenciones.
El Santuario
Cada una de las 64 habitaciones de El Santuario , en Valle de Bravo, tiene vista al lago y es perfecta para despertar por la mañana y recargarse de energía respirando el aire puro del bosque que lo rodea. Los espacios han sido concebidos para guiar a los huéspedes por un viaje de introspección y descubrimiento personal, permitiéndoles reconectar con el entorno. El restaurante NA-HA, a cargo del chef Alejandro Zuno, tiene un menú centrado en la gastronomía mexicana, desde ceviches y aguachiles, hasta tacos veganos y sopas y pescados. En el spa se mezclan productos y técnicas avanzadas actuales con conocimiento ancestrales que ayudan a las personas a experimentar una transformación interior. El Masaje Santuario, por ejemplo, ayuda a mejorar la circulación y la digestión, relajar los músculos, además de estimular el sistema linfático y la eliminación de toxinas del cuerpo. Probablemente una de las experiencias más únicas sea la terapia integral del sonido, a cargo de Osiris Heyerdahl, un experto que emplea cuencos tibetanos y diapasones binaurales, entre otros instrumentos, para reactivar circuitos energéticos a través de la vibración.
Amomoxtli
En las faldas del cerro del Tepozteco, en Tepoztlán, Amomoxtli ofrece toda la privacidad, tranquilidad y confort que los viajeros cansados y estresados agradecen. Con solo 37 habitaciones, esta propiedad tiene el tamaño perfecto para ser recorrida con calma, disfrutar de sus jardines, nadar en su alberca o ver el atardecer desde sus jacuzzis. Los días pueden comenzar con clases de yoga o meditación, seguidos de un nutritivo y reconfortante desayuno en Mesa de Origen –el restaurante en cuyo menú abundan los ingredientes de la región y donde se sirven las tres comidas– para después disfrutar de los rayos del sol acostados frente a la alberca. En el spa se cuenta con un amplio menú de masajes y tratamientos que incorporan algunas de las tradiciones ancestrales de la zona; el temazcal es una de las experiencias imperdibles. A lo largo del día, los huéspedes también pueden participar en actividades como preparación de infusiones con ingredientes naturales o clases de panadería si desean distraerse o simplemente descansar y dejarse llevar por el ritmo apacible de este refugio.
Cartesiano
La propuesta integral de Cartesiano Urban Wellness Center –localizado en el centro histórico de Puebla– le ha valido un premio como el Spa del Año de Norte y Sudamérica otorgado por los World Spa and Wellness Awards este 2021. Este nuevo enfoque en su oferta se gestó durante la pandemia, en gran medida como una respuesta a las demandas de los viajeros actuales. Sus programas all inclusive –que pueden ser de 4, 7, 14 o 21 días– se enfocan en objetivos específicos como la salud del sueño, la salud regenerativa, el bienestar en general y la transformación de vida. Los itinerarios diarios, así como los planes de alimentación, son definidos en conjunto con los expertos del hotel en los días previos a la llegada. De este modo, pueden elegirse actividades como clases de yoga, tratamientos corporales con la más avanzada aparatología alemana, masajes, faciales, clases de respiración consciente o simplemente espacios de relajación en la biblioteca o a la orilla de la alberca. El menú del restaurante, creado por la chef Esmeralda Brim, incluye desde licuados, bebidas funcionales e infusiones hasta creaciones tradicionales de la cocina poblana como enchiladas de mole y propuestas más vanguardistas como el Maizotto, una suerte de risotto preparado con maíz cacahuazintle y hongos.