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Volveremos a viajar: la nueva realidad del turismo a raíz de la pandemia

Como muchas otras, la industria turística tendrá que reinventarse tras el impacto del Covid-19. Exploramos los posibles rumbos que podría tomar en los próximos meses y años.
vie 26 junio 2020 06:56 PM
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La nueva realidad de los viajes tras la pandemia.

Cualquier persona que, por los motivos que sean, se vea en la necesidad de realizar un viaje durante las próximas semanas tiene altas probabilidades de enfrentarse a alguna de las siguientes realidades que, tras haber sido tan comentadas en los medios, podrían ya no parecer nuevas. Algunos aeropuertos, el de Los Ángeles y el de Baltimore-Washington incluidos, están restringiendo el acceso y solamente los viajeros pueden ingresar a sus instalaciones. El uso de cubrebocas comienza a hacerse obligatorio y los sistemas de megafonía recuerdan cada tanto la importancia de mantener la distancia con las demás personas.

Si bien la mayoría de las aerolíneas ya permitía hacer check-in en línea, ahora estas plataformas y procesos se están agilizando con la finalidad de minimizar la interacción con sus representantes y, en caso necesario, podría ocurrir con un panel de acrílico transparente de por medio. Etihad Airways, por ejemplo, ha comenzado a instalar quioscos que pueden identificar síntomas del virus mientras los pasajeros se registran. De igual manera, se les pide viajar sin equipaje de mano de ser posible y se les informa que las piezas documentadas se someterán a procesos de desinfección.

Además, se ha reforzado el distanciamiento en las terminales y salas de espera, en algunos lugares con marcas en los pisos para las las o asientos bloqueados para que los pasajeros no se sienten juntos, y no es raro ver instaladas cámaras que monitorean la temperatura corporal; tampoco es extraño que esta sea una medida antes de abordar. En el aeropuerto de Doha, Emirates ha realizado de manera aleatoria pruebas de detección rápida para garantizar la seguridad de los vuelos. En ese mismo lugar, se planea equipar al personal con cascos que permitirán realizar escaneos de los pasajeros en tiempo real. En muchos casos, se está recurriendo a documentos generados vía electrónica que se presentan en las pantallas de los celulares a manera de identificación para pasar los distintos filtros de revisión.

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A bordo de los aviones, el servicio de alimentos y bebidas será restringido. Las tripulaciones y los equipos de sobrecargos empezarán a usar guantes, mascarillas protectoras y hasta batas especiales. La Agencia de Seguridad Aérea de la Unión Europea estableció, en sus nuevos protocolos, que los pasajeros deberán cambiarse de mascarilla cada cuatro horas en los vuelos de larga duración. Las compras tax free durante el viaje están condenadas a desaparecer, por lo menos de momento, y los procesos de limpieza y desinfección, así como el filtrado del aire, se someterán a mayor escrutinio. En los pequeños bolsos que puedan llevar los pasajeros no deberán faltar botellas de gel, toallitas desinfectantes, mascarillas de repuesto, guantes y todo tipo de productos de higiene.

Muchos de estos nuevos procedimientos, protocolos y criterios se replicarán en hoteles, museos, parques de diversiones, cruceros, bares, restaurantes y todo tipo de establecimientos involucrados en viajes de placer o negocios. La limitación del aforo, la instauración de mayor distancia física en áreas públicas, la desaparición de los bufés de autoservicio, el mayor aprovechamiento de espacios abiertos y hasta la instalación de pequeños “invernaderos de cristal” para aislar a los clientes —como los que se han visto en terrazas de Ámsterdam— se convertirán en la nueva norma.

Una vez más, nuestra forma de viajar cambiará, como lo hizo tras la invención de las máquinas de vapor, la creación de la industria de la aviación, el advenimiento del internet o los ataques terroristas a las Torres Gemelas de Nueva York del 11 de septiembre de 2001. Solo que en esta ocasión, un virus ha ocasionado la revolución.

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El hotel Rosewood Mayakoba también ha reanudado actividades.

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SEÑALES DE ALARMA

El 19 de marzo de 2020, a través de su cuenta de Twitter, el conglomerado hotelero Marriott International publicó un video en el que su CEO, Arne Sorenson, se dirigía a los empleados de la empresa para hablar de los efectos que el brote de SARS-CoV-2 había tenido en los hoteles de la cadena. “Este es el mensaje de video más difícil que hemos tenido que dar”, decía en los primeros segundos antes de abordar el tema. “En términos de nuestra industria, el impacto que ha tenido el Covid-19 ha sido algo nunca antes visto y, para una empresa de 92 años que ha sido testigo de la Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial y otras crisis globales, es mucho decir”.

En los minutos siguientes, Sorenson dejó claro que la caída en la ocupación de sus propiedades alrededor del mundo era la más drástica de las últimas décadas. Los planes de contingencia que implementó Marriott —un grupo que opera más de 6,500 hoteles alrede- dor del mundo y que incluye marcas como St. Regis, The Ritz-Carlton, W y JW Marrio en su portafolio— implicaron la reducción de salarios de sus ejecutivos de más alto nivel, suspensión de obras de hoteles cuyas aperturas se planeaban para los siguientes meses y años, y la reducción temporal de las plantillas de empleados en algunas propiedades. Al final, con la voz quebrada y lágrimas en los ojos, Sorenson aseguraba que no había nada peor que decirle a empleados altamente valorados que acontecimientos por completo fuera de su control perjudicarían sus puestos.

En aquel momento, a unas semanas de la declaración de la pandemia, se encendieron oficialmente las luces de alarma de la industria turística global que involucra la actividad de aerolíneas, compañías navieras, agencias de viajes, operadores de tours, transportadoras, empresas de entretenimiento y una extensa cadena de valor que llega hasta los fabricantes de blancos, productores agrícolas y artesanos de pequeñas comunidades alrededor del mundo.

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No había manera de reaccionar tan rápido, sobre todo en grandes empresas como aerolíneas, navieras o cadenas de hoteles
Paula Gamas, socia fundadora de Nuba México

Cuesta trabajo creer que al ver las noticias de lo que ya ocurría en Asia, no se tomaran medidas antes, pero como lo explica Simon Mayle, director de eventos del International Luxury Travel Market (ILTM), “para muchos, esto fue como el ataque de un terrorista silencioso. Fue muy rápido y nunca imaginamos que llegaría a Europa y América con la magnitud que lo hizo”. Por su parte, Paula Gamas, socia fundadora de la agencia de viajes de lujo Nuba México, asegura: “Esta crisis comenzó en áreas localizadas del mundo. En realidad, nadie estaba preparado para tomar medidas. Por otro lado, no había manera de reaccionar tan rápido, sobre todo en grandes empresas como aerolíneas, navieras o cadenas de hoteles”.

LAS CONSECUENCIAS

Desde mediados de marzo comenzaron a circular en los medios de comunicación imágenes de atracciones turísticas desiertas. A ellas siguieron las de los aeropuertos convertidos en estacionamientos. Todos los prestadores de servicios lanzaron campañas en las que ofrecían beneficios adicionales —y todas las facilidades— a quienes decidieran reprogramar sus estancias, viajes o tours en lugar de cancelarlos.

Más allá de la parálisis, la extinción y la consiguiente desaparición de los empleos que la pandemia genera se convirtieron en el principal riesgo para las empresas medianas y pequeñas del sector. La pérdida de competitividad en sectores como el aeronáutico y una oleada de adquisiciones y fusiones de negocios más pequeños —como hoteles independientes— por conglomerados que han sido capaces de sortear los embates económicos de esta crisis comenzaron a aparecer en las predicciones. Y entonces, aerolíneas como Avianca y Latam se apegaron al Capítulo 11 de la ley estadounidense y se declararon en quiebra para poder reestructurar sus deudas. Otras, como Lufthansa, fueron un poco más “afortunadas”, pues esta recibió un paquete de ayudas de 9,000 millones de euros por parte del gobierno alemán que permitió garantizar su supervivencia.

Sin embargo, no todos los titulares ofrecían un panorama negativo. De acuerdo con datos publicados en un reporte de la Agencia Internacional de Energía, las emisiones de gases invernadero en el mundo disminuyeron casi 8% a raíz de las cuarentenas impuestas en distintos países para combatir el coronavirus y el consiguiente descenso en la circulación de personas. Por su parte, la industria turística demostró su espíritu solidario. Distintos hoteles comenzaron a ofrecer sus habitaciones e instalaciones para utilizarlos como cuartos de hospital o como espacios de descanso para el personal médico. Los programas de apoyo a los empleados y a las comunidades locales fueron reforzados, y no faltaron noticias que informaban del regreso de distintas especies de animales a espacios que los humanos habían hecho suyos desde hacía mucho tiempo.

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El hotel Xcaret México reabrió sus puertas en junio con reforzados protocolos de seguridad.

UNA NUEVA MANERA DE VIAJAR

La vuelta a la “normalidad” en los países que han logrado controlar y superar la pandemia ha supuesto la reactivación de la industria. El parque de Disney en Shanghái reabrió sus puertas con estrictas medidas de distanciamiento y flujo de personas. En México, parques y hoteles como los de Grupo Xcaret reabrieron a partir de la segunda mitad de junio, con apego a los reforzados criterios de higiene y sanitización que se han establecido conforme a las recomendaciones de instituciones como la Organización Mundial del Turismo (OMT), los gobiernos estatales y otros organismos internacionales, como los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) y la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Pero más allá de los nuevos modelos de operación, es un hecho que este sector de la actividad económica reflejará muchas transformaciones, pues como asegura Gamas, “esto ha sido un reset total de la industria y tiene que cambiar porque el mundo ya no volverá a ser el mismo”. En opinión de Mayle, la gente querrá viajar de manera más tranquila, muy probablemente en familia y a destinos con alojamiento tipo villas. “Lo primero que buscaremos es reconectar con las personas a las que queremos, de modo que pasar tiempo con ellos en lugares donde podamos convivir lejos de las multitudes, en entornos naturales, será importante”, sostiene el ejecutivo de ILTM.

Creo que eliminaremos algunos de los aspectos innecesarios y frívolos del viaje
Simon Mayle, director de eventos de ILTM

Los viajeros de lujo tendrán un papel importante en estos cambios y buscarán conceptos más personales, sitios privados y experiencias enfocadas en el bienestar físico y mental. Mayle también imagina que los desplazamientos innecesarios —esos que podrían resolverse con una videollamada— disminuirán drásticamente y que quienes viajen lo harán de manera más discreta. “Ha sido tan fácil irnos de viaje y disfrutar de un lugar, que ha habido un sentimiento de extravagancia y despreocupación alrededor de estas experiencias. Creo que eliminaremos algunos de los aspectos innecesarios y frívolos del viaje”, asegura Mayle. Por su parte, para el segmento del turismo que no se considera de lujo, algunos especialistas vislumbran un aumento de los viajes familiares por carretera y mayor interés en parques nacionales y atractivos naturales. “El turismo nacional se beneficiará, sobre todo a corto plazo”, afirma.

Las brigadas de limpieza serían los nuevos héroes. “Será interesante ver que el personal de los hoteles dejará de estar escondido, ahora se les verá y se les escuchará”, predice Mayle. Esto podría generar una industria más auténtica y dar paso al surgimiento de viajeros y huéspedes más humanos, lo que ayudaría a que todos los involucrados en el sector también lo sean.

En lo que respecta al efecto que como viajeros tenemos en el planeta y en las comunidades que visitamos, también habría mayor conciencia, especialmente entre los miembros de las generaciones más jóvenes. “Se tendrá en cuenta el impacto positivo que podamos tener en los lugares que visitamos. Muy probablemente elegiremos un hotel porque sabemos que apoya a la gente de la comunidad en la que se encuentra”, sostiene Gamas, quien también ve un nicho de oportunidad para la creatividad y las personas que sean capaces de desarrollar conceptos turísticos únicos, diferenciados y especiales. “Espero que estas iniciativas vengan principalmente de la gente joven”, añade.

En 2014, el escritor Paul Theroux fue el editor del libro The Best American Travel Writing, dedicado a los mejores articulos de viaje publicados ese año en Estados Unidos. En el prólogo, hacía una distinción entre los turistas, personas que hacen breves visitas a un destino y que suelen dejar una buena derrama económica, y los viajeros, individuos autosuficientes que están dispuestos a tomar riesgos calculados para descubrir a profundidad un sitio que despierta su curiosidad e interés. Si somos optimistas, es probable que seamos testigos del resurgimiento de los viajeros —y no así de los turistas— cuando terminen las cuarentenas a nivel global. Con distanciamiento social o sin él, con pasaportes sanitarios o no, e incluso si tenemos que hacernos pruebas al llegar a un nuevo destino para demostrar nuestra buena salud, ahí fuera sigue habiendo todo un mundo por descubrir.

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