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Así es el Mini Hollywood de Europa

Viajamos a Almería a visitar el lugar elegido por productores y compañías para filmar las mejores películas de 'vaqueros' de toda la historia.
lun 07 agosto 2017 10:30 AM
Almería
Almería El Hollywood de Este (Foto: neftali/Shutterstock / neftali)

Almería se conoce por ser el huerto de Europa. En esta región del sur de España se amontonan los invernaderos de jitomates y frutas varias. Es el sur del continente europeo, una de las regiones más pobres de España, pero Almería tiene mucha historia antes de convertirse en huerto y esa historia es la del cine, del gran cine, del cine de Hollywood.

El desierto de Tabernas es su protagonista, único desierto europeo de casi dos mil kilómetros cuadrados de extensión y rodeado por las sierras de Filabres, Alhamilla y las estribaciones de la Alpujarra. Y Tabernas no es cualquier desierto, es El desierto, el que conocemos todos y lo digo sin lugar a duda, es el desierto de nuestra mitología construida por la celulosa, el de los indios y vaqueros, el de los paisajes africanos, los paisajes fantásticos de Indiana Jones, el desierto de Clint Eastwood y de Cleopatra, el desierto proyectado por la industria cinematográfica.

Almería ha sido escenario para más de 500 películas como Lawrence de Arabia (1962) o Indiana Jones y la última cruzada (1989) o más recientemente Juego de tronos. ¿Pero cómo y por qué Hollywood se decidió por esta región? Naturalmente, las razones que hubo detrás del auge del cine en Almería en los años sesenta son múltiples y variadas. En primer lugar, esa época dorada se enmarca en unas precisas circunstancias históricas y económicas: después de la Segunda Guerra Mundial los capitales norteamericanos obtenidos en la distribución de películas son inmovilizados en Europa y el rodaje en el continente es una forma de liberarlos. Tiempo después, por una serie de factores, siendo uno de los más importantes la implantación de la televisión en la mayoría de los hogares americanos, el cine americano sufre una importante reducción de sus ingresos en taquilla. La principal respuesta ante la devastadora competencia de la televisión son las superproducciones, y los grandes formatos (CinemaScope, el efímero Cinerama...) al servicio de grandes espectáculos.

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De modo que por estos años los estudios de Hollywood fomentan los rodajes en Europa: es una forma de liberar el capital bloqueado, de reducir costes —la mano de obra es más barata y aún más en España—, e incluso de aumentar los ingresos de taquilla provenientes del continente. Es así como Almería se convierte en los años sesenta en una de las zonas de rodaje más asiduas, no sólo del cine americano sino también de coproducciones europeas —también en auge en esta época—, no únicamente por las razones mencionadas, sino por otras que le son propias: el clima es privilegiado, la cantidad de horas de luz —y la calidad de la misma, como tantos directores de fotografía han atestiguado— son idóneas, la provincia ofrece paisajes prácticamente inéditos en Europa, de forma que se puede ambientar en ella tanto un western desarrollado durante la Guerra de Secesión americana como una película histórica desarrollada en un país africano.

Mini Hollywood.
Mini Hollywood.

Sin duda, los dueños de Hollywood fueron los grandes descubridores a ojos del mundo de la provincia almeriense: una luz inconfundible, un clima suave durante todo el año y la heterogeneidad de sus paisajes, compuestos por playas vírgenes, un gran desierto y lugares muy poco urbanizados. En el año 1952 tiene lugar el primer largometraje del que hay constancia, se trata de: La llamada de África, de César Fernández Ardavín, a partir de aquí, es el comienzo de Almería como tierra de cine, y unos años después de esta producción, en 1954 empezaron a rodarse un gran número de películas: El beso de Judas, de Francisco Rabal o Sierra Maldita, de Antonio del Amo entre otras.

Tras esto llega el verdadero estallido de la ciudad como plató de cine, en los años 60 como Lawrence de Arabia de David Lean con intérpretes como Omar Sharif o Anthony Quinn y el inicio de una década donde predomina ‘Spaghetti Western’ durante la cual se rodaron grandes producciones como: La trilogía del dolar (El bueno, el feo y el malo / La muerte tenía un precio / Por un puñado de dólares, de Sergio Leone). El mundo hollywoodiense con sus estrellas, su purpurina, sus excentricidades, sus anécdotas, llegaban a Almería, una región semidesarrollada en la época y que se puso a sus pies.

Los extras de la cinta Cleopatra, con Liz Taylor eran de la región, de una etnia gitana, no hablaban inglés, así que se les pedía gesticular con la boca para doblarlo posteriormente. En su libro Cabalgando hacia la aventura, José Enrique Martínez Moya cuenta que durante el rodaje Lawrence de Arabia, desaparecieron 30 jinetes y caballos. David Lean presenciaba la toma "manifestando su satisfacción” cuando "los jinetes pasaron la colina, se perdieron en el horizonte y nunca más se supo de los jinetes ni de los caballos". El bueno, el feo y el malo, tiene gran parte de los diálogos rodados en castellano y posteriormente doblados al inglés, ya que muchos de los actores eran autóctonos.

Almería, pueblo vaquero.
Almería, pueblo vaquero.

Años de gloria y sueños, lo más glamuroso convivió en lo que era tierra de nadie para España, los niños almerienses seguramente quedaban fascinados al ver figurantes con pistolas, jinetes a caballo, coches de lujo y trabajadores de los rodajes, viendo pasear a actores como Omar Sharif, Anthony Quinn, Charles Bronson, Elizabeth Taylor, Clint Eastwood... época dorada del cine, que de grandes producciones fue pasando a películas menos onerosas en los años 1990 y que poco a poco fue decayendo hasta casi dejar olvidada de nuevo esta región.

De estas fantasías de cine y glamour, hoy día, quedan un par de parques temáticos que sobreviven apelando a lo que un día fue. Los antiguos escenarios cinematográficos que un día albergaron a actores, equipos de cine que nos contaban historias de vaqueros, de Far West y de Spaguetti Western, se han transformado y hoy reciben turistas y visitantes curiosos de esta parcela de mitología.

Visitando estos parques se puede viajar al “lejano oeste”, “los visitantes podrán contemplar no sólo los escenarios de un típico pueblo del oeste americano, también disfrutarán con los espectáculos que recrean la vida en este entorno. Además, el parque dispone de un estudio fotográfico en el que podremos hacernos una foto de recuerdo disfrazados de algún personaje del oeste” promete la publicidad. En este ambiente de decadencia y melancolía nos podemos detener a tomar un refresco en el saloon entre show y show de bailarinas de Can-can, o ver un espectáculo de cowboys con tiroteos y peleas, asalto al banco y ahorcamiento ficticio de los malos, hasta nos podemos vestir de época y hacer una ruta a caballo con animadores disfrazados de indios. Pero por alguna razón, no es lo mismo, ya no están las luces, ni la fantasía, ni el “SILENCIO Y ¡ACCIÓN!” . Este escenario me lleva a reflexionar sobre la naturaleza del tiempo y de lo que permanece, soñando que entre la arena se encuentran las huellas del hombre sin nombre.

Lo que permanece ante todos es el desierto, más real que en las películas, más grandioso que en las aventuras de ficción, más amplio que ninguna cámara cinematográfica lo puede retratar, absoluto y contundente.
Ya no es un paisaje africano, estadounidense o de ciencia ficción, ya no es un decorado. Es él, solo, frente a los deseos humanos de crear historias que le sobrevivan, el desierto de Tabernas nos sobrevivirá a nosotros y a nuestras historias de ficción y grandeza.

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