HyperBeard, la compañía mexicana de videojuegos que está conquistando al mundo
“Crecí en Chilchota, un pueblo muy chiquito de Michoacán, durante los noventa. Eran los tiempos del Super Nintendo ”, me cuenta Antonio Uribe, cofundador de HyperBeard , el estudio que se ha posicionado al lado de Nintendo y Sony, y que nació como un estudio de garaje.
Fáyer, como muchos lo llaman, estudió Ingeniería en Computación en la UNAM y fue en un Global Game Jam donde conoció a Juan Pablo Riebeling. Allí desarrollaron su primer juego juntos en menos de 72 horas, según indican las reglas de estos eventos. Antonio estaba a cargo de la programación y Juan Pablo del arte. El resultado gustó tanto al público gamer que, a partir de entonces, decidieron reunirse cada vez que ambos tuvieran tiempo libre para idear un juego y comenzar a desarrollarlo. HyberBeard sería su sello.
El primer año produjeron tres juegos. “El primero con la intención de tener algo registrado con la marca, el segundo fue una cosa de ortografía, Palabras con Z, que se me ocurrió en un sueño, y el tercero un match trip tipo Candy Crush, inspirado en el día de muertos. La idea fue de Juan Pablo, pero yo quería que fuera de día de muertos porque es algo que en Michoacán nos gusta mucho. Al final, es uno de los más descargados hasta ahora”, dice Antonio.
Luego HyperBeard se convirtió en una especie de consultoría para una compañía americana, “allí no nos fue muy bien y pensamos en hacer un último juego. Éramos como los músicos del Titanic, estábamos muriendo como consultoría, pero queríamos hundirnos felices y haciendo lo que nos gusta. Kleptocats nos dio la vuelta, nos comenzaron a descargar hasta en China y empezamos a hacer dinero ”.
Entonces se independizaron y se instituyeron legalmente en Estados Unidos –por fines prácticos, me explica. Hoy HyperBeard cuenta con nueve juegos, un equipo de trabajo en Chile, otro en EEUU y el de origen, en el país.
México se considera como un país consumidor, pero no desarrollador de videojuegos. Antonio tiene 28 años. Hace diez creía que era imposible dedicarse a eso aquí y no puede creer que hoy siga esa idea vigente. “Yo no soy el mejor programador, ni un genio, pero he investigado, trabajé muchísimo, me desvelé y lo logré. Nadie le pega a la primera”, destaca.