Venció al cáncer y se convirtió en el mejor chef mundo
La vida da muchas vueltas. Un niño con problemas de crecimiento tocaba las puertas de todos los clubes de futbol rogando por una oportunidad; hoy es el mejor jugador del mundo. Un chef con cáncer fase 4 en la lengua tenía dos opciones: cortarla o morir; hoy es #15 en la lista de The World’s 50 Best Restaurants.
Después de dos diagnósticos similares, la respuesta era clara. Si Grant Achatz quería vivir tenía que operarse. ¿Cómo puedes ser chef si no tienes gusto? Es un caso parecido al del músico sordo. ¿Podría consagrarse como uno de esos genios que pasan a la historia por destacar en su campo sin tener un arma letal?
Si nos metiéramos a la cabeza de Grant, nos perderíamos en un laberinto de constante evolución creativa. Para él no existe imposible; su cocina es una expresión tangible de lo inimaginable. Pocos predican con el ejemplo. Cuando das un consejo no siempre lo sigues tú, crees que la regla aplica para todo menos para ti. Pero él es diferente; "Rules? There are no rules. Do whatever you want” ...y lo hizo.
Alinea empieza a tomar forma en el 2005. Un restaurante de gastronomía molecular que, al año de abrir, ya tenía premios en el estante. No es sorpresa para un chef que se enamoró de la profesión a los 4 años y medio, cuando le explicaron el balance de sabores entre un pepinillo y una papa a la francesa. Después de mucha práctica, fracaso y cuestionarse si estaba en la carrera correcta, Grant Achatz empezaba a ser conocido.
Dos años después de la inauguración de Alinea, lo diagnosticaron con cáncer. No era cualquiera, era terminal. Los doctores le sugirieron cortarse el área afectada, pero se negó a perder su identidad; le quedaba un mes de vida y lo iba a vivir con dignidad –y sus cinco sentidos-.
Cuando la noticia sale a la prensa, la Universidad de Chicago pone las manos al fuego para ayudarlo. Le ofrecen una solución diferente a la anterior: creen que existe un 70% de probabilidad de que viva sin cortarle la lengua. Estaban desarrollando un tratamiento nuevo y querían probarlo en Grant.
Doce semanas de quimioterapia y los efectos secundarios estaban presentes: quemaduras en la piel de la nariz para abajo, cansancio, pérdida de peso y pelo, y, lo peor, la pérdida de las papilas gustativas. Iba a sobrevivir, pero los doctores no sabían si el gusto le regresaría. ¿Ser un chef sin degustar? Parecía fuera de la lógica.
Lo intentó. Empezó a imaginar sabores. Dibujaba los platillos y daba órdenes de cómo cocinarlos. Sus ideas hacían sentido y el restaurante salió adelante. "For the first time ever I think I can be a chef without being able to taste."
Si cocinar sin siquiera tocar la comida no te hace un genio en el área, no hay prueba que lo haga. Ser ése que no podía probar sus creaciones y aún así estar a cargo de Alinea, tiene su mérito.
Hoy, Grant tiene tres restaurantes. El gusto le regresó, pero insiste que todo está en la cabeza. Recientemente ganó el quinceavo lugar en la lista de los 50 mejores restaurantes del mundo. Pero eso no lo detiene de crear, su cabeza sigue y seguirá girando.
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