3 falsas pretensiones que enfurecen a cualquier foodie
Hoy les quiero platicar de esas falsas pretensiones que, de primera mano, me ha tocado vivir en restaurantes en México que simplemente ponen los pelos de punta y hacen no querer regresar.
¿Se acuerdan de aquel ochenterísimo "saco y corbata obligatorios"? Bueno, hoy es, afortunadamente, una práctica en total desuso, pero en sus tiempos no era una sugerencia. Si osabas aparecerte sin ellos amablemente te prestaban ambos, pero en esa sala uno no se podía sentar sin dichos accesorios. Advierto que soy defensor de que cada lugar tiene y tendrá su personalidad y dentro de ella esperarías que la gente se comporte acorde con el ambiente del lugar. Por ejemplo, no podemos pensar en una taquería sin ruido o en un Contramar sin hipsters. Lo que celebro es que ya no se vea en México el saco obligatorio (y si sabes de alguno, ¡por favor, avísame!). Sin embargo, desafortunadamente todavía hay algunos #FoodFails dignos de contarse. Aquí van tres:
No hay Lugar
Que te hagan esperar en un restaurante antes de sentarte para que “se te antoje” o “veas que tienen mucha demanda” es frustrante, sin embargo, nada más irritante que llegar a desayunar/comer/cenar y que, con toda seguridad y certeza (¡y hasta gusto!), te digan: “no tenemos lugar” cuando ahí, frente a ti, a simple vista, están las mesas vacías, la barra disponible, los que ya se van, pocas reservaciones, etc. Tristemente esta experiencia la viví en los primeros días cuando el Máximo Bistrot cobró su gran fama como “mejor apertura” de Gourmet Awards, en 2013. Poco después fue tristemente célebre por la historia de la Lady Profeco y su prepotencia, pero, en efecto, a pesar del abuso no justificado de la famosa Lady, ella no estuvo sola en la negación de mesas.
La "e$pecialidad" del día
Es completamente respetable que un restaurante tenga sus especiales, ya sea porque de verdad es el mejor producto que el chef encontró –la razón que debería imperar siempre– o bien, porque es un platillo que les urge desplazar en la cocina y lo preparan de muchas y nuevas formas –no lo ideal, pero también se vale–. Lo que no se vale es “hacer su agosto” con la especialidad del día y enterarte que te salió más caro que la hipoteca de tu casa. Vaya, es un especial para la rentabilidad del restaurantero que puede no tener nada de especial para el comensal. Mi triste experiencia de primera mano sucedió un domingo de comida familiar donde a mis hijos les trajeron (ojo: mis hijos de 3 y 4 años.) un “pescadito” que era lo que el capitán pensaba que más les acomodaba a mis hijos que estaban en la edad del nugget y la pasta. Cuál va siendo mi sorpresa que en la cuenta tuve que pagar 1,500 pesos por los dos lenguados que les trajeron de “especial” al refinadísimo y demandante paladar de mis pequeños que no tenían ni 5 años en aquél entonces. Triste la escena de mi última visita a los especiales del Guría de Sta Fe .
El Mejor vino es...
Así es el negocio, uno tiene que comer con sus clientes, y cuando come con ellos, le gusta quedar bien. Por eso los detalles son importantes: que te reciban bien, que te llamen por tu nombre, que te den trato familiar y, sobre todo, que el servicio para ti y para tu cliente sean impecables. Un buen somellier que te ayude a elegir el vino perfecto para la ocasión es un plus que se agradece. Lo que ya no se vale es que dicho sommelier, llegue de lo más atento a tu mesa, te ofrezca aquel vino superespecial para tu comida –ya sabes, con cuerpo, notas de cereza, pimienta y un poco de madera, vino maduro con los taninos balanceados y un verdadero placer en paladar, perfecto para el señor... cliente!– y tenga la amabilidad de omitir el precio en su poética presentación, para después sorprenderte que a tu comida de 2,000 pesos bien gastados se le sumaron 4,750 pesos de un gran toscano sin el cual decepcionarías a tu cliente. Nos tienen que dar la opción de escoger grandes vinos y, si queremos gastar mucho o poco que así sea, pero a mi amigo, el carismático sommelier de la Osteria del Becco Polanco bajo el mando de Rolly Pavia le digo dos palabras: ¡así no!
Seguramente tu tendrás algunas otras experiencias mejorables en nuestro gran mundo restaurantero. Déjamelas saber a mi mail o twitter, que todos queremos seguir mejorando esta increíble industria.
Nos vemos pronto... ¡o comamos!
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