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El cognac más lujoso del mundo

Repasamos las virtudes de Louis XIII, que embotella lo mejor de los viñedos franceses desde 1874
lun 18 enero 2016 10:20 AM
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Cortesía Louis XIII - (Foto: Cortesía Louis XIII)

Los amantes del lujo saben que la longevidad y la historia son conceptos proporcionales al valor de un producto. El alma es tradición y la tradición, la primera llave a la trascendencia.

Desde el nombre del Louis XIII  —homenaje al rey que impulsó la producción de destilados en la región de Charante— hasta la botella —inspirada en una jícara de metal, reliquia de las guerras religiosas europeas del siglo XVI— y el elixir —mezcla de mil 200 coñacs, de 40 a 100 años de antigüedad, de los viñedos más exclusivos de la zona de Grande Champagne—, todos los aspectos de este producto se respaldan en una histórica tradición que justifica, con creces, su título de rey de los coñacs, o —todavía mejor— coñac de reyes.

Para demostrarlo repasamos algunos de los momentos más emblemáticos de esta bebida:

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Embajador de primera

Louis XIII fue oficialmente creado en el año 1874. Apenas nueve años después, en 1883, ya viajaba a Shanghai por primera vez, como embajador de lujo de la buena vida. Aunque fue tras ser exhibido y premiado en la Exposición Universal de París de 1900 cuando se convirtió en bebida habitual de las más prestigiosas casas reales.   

 

Amigo del viajero

El coñac de la familia Rémy Martin no fue nunca un producto estático. Los primeros años del siglo XX fueron tiempos de viajes a bordo de los más lujosos transportes para esta bebida. En 1929, Louis XIII cruzó el continente europeo de la mano del legendario Orient Express, y en 1935 cruzó el Atlántico en el primer viaje del Liner Normandie.

 

Elixir de posguerra

La longevidad del Louis XIII queda clara cuando descubrimos que era una bebida omnipresente en los grandes acontecimientos de la historia moderna. Así, sabemos que, en 1944, Charles de Gaulle lo bebió para celebrar la primera Navidad de la Francia libre, o que Winston Churchill se aficionó a él durante una visita a Francia en 1948.

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