Luis Figo habla sobre Cristiano Ronaldo y el peso de la camiseta en un Mundial
En el futbol generalmente no hay términos medios y Luis Figo lo sabe muy bien. El ex mediocampista portugués ha sentido, quizás como ningún otro futbolista, el peso y los colores de las camisetas.
Recuerda que vestir el uniforme de la selección lusitana en los mundiales de 2002 y 2006 fue como cargar con toneladas de ilusiones de todo su país. “Todos los partidos que jugué con mi equipo nacional fueron muy especiales porque jugaba por los colores de mi nación […] Claro que el sentimiento de defender a Portugal es diferente, son 11 millones de personas apasionadas que te apoyan. Tratar de lograr un momento fantástico con tu selección es siempre la meta. Lo he dicho antes, la Copa del Mundo es la mejor competición”, dice Figo, quien es embajador de Fundación Laureus, cuyo objetivo es emplear el deporte como herramienta de cambio social.
Al final, como futbolista , todo se reduce a tomar decisiones importantes en el momento indicado y, pese a la presión, ejecutarlas con estilo. El elegante juego de Figo era una sincronía entre su afinada mente y su capacidad de respuesta física cuando tenía el balón pegado al botín derecho. Si sus más cercanos lo describen como un niño de Almada, Portugal, destacado en las matemáticas, algo de ese destello académico se llevó a la cancha porque sus pases filtrados, en apariencia imposibles, tenían algo de un maestro de física que calcula a la perfección las ecuaciones sobre el tiempo y el espacio.
Desde la adolescencia, su talento lo llevó a las fuerzas básicas del Sporting Club de Lisboa y a brillar con la selección sub-16, con la que fue campeón de Europa en 1989 y del Mundo en 1991, con la sub-20.
Su llegada al futbol español resultó el primer capítulo de un drama futbolístico de dimensiones épicas en el balombié ibérico. Jorge Valdano, director deportivo del Real Madrid , insistía en la contratación del portugués, pero los 40 millones de pesetas no fueron suficientes y llegó al Barcelona de Johan Cruyff, para suplir a Michael Laudrup, el odiado danés que fichó por el Real Madrid.
Figo llegó al Barça en 1995 con la esperanza de sanar la herida de la traición. Y lo hizo (por un rato). Se volvió en el capitán culé y lideró en los próximos cinco años a su equipo a ganar dos ligas españolas, dos Copas del Rey y una Copa de Campones de Europa. Pero en 2000, fue él mismo quien abrió la cicatriz que curó cuando decidió —por 61 millones de euros, el traspaso más caro de la historia en ese entonces— vestir la camiseta del Real Madrid; esto aconteció tan sólo unos meses después de ser campeón con Barcelona y haber cantado frente a cientos de fans culés: “blancos, llorones, felicita a los campeones”.
Es en este momento, en esta decisión extrema, donde la historia de Figo y su relevancia como personaje cobra una dimensión diferente. Se magnifica porque como él lo dijo muchas veces, “ningún futbolista ha tenido un ambiente tan encontra como yo”. ¿No es acaso en la adversidad cuando la verdadera condición humana sale a aflote? El 10 merengue demostró que tiene el temple para soportar el odio sostenido. Pudo pararse en el estadio Camp Nou, con la camisa del eterno rival, el 21 de octubre de 2000 y seguir jugando con la misma elegancia frente a unas gradas abarrotadas en la que aficionados iracundos le silbaban y le arrojaban objetos cuando se acercaba a las bandas.
Fue el primero de “Los Galácticos”, ese grupo de futbolistas de lujo (Ronaldo, Zidane y Beckham ) que reunió Florentino Pérez, el presidente merengue. El año de su traspaso consiguió el Balón de Oro, para luego ganar dos ligas españolas y dos Supercopas de España.
Sin embargo, Figo sabe que las estadísticas no lo son todo. Cuando se le pregunta por el mejor futbolista de la historia de su país, no ve hacia el presente sino hacia el pasado. “Es muy subjetivo, pero en mi opinión no hay nadie por encima de Eusebio. Aunque probablemente Cristiano Ronaldo lo supere en récords y seguro será recordado”. Pero en su opinión, para que CR7 sea recordado al nivel de Maradona o Pelé, el delantero portugués tiene que ganar el Mundial . “Si quiere ser recordado como ellos, claro que tiene que ganar. Pero para su imagen en general y su prestigio, no creo que él necesite eso”.
A sus 45 años, la figura de Figo dista mucho de aquél futbolista que despertaba pasiones encontradas. Si en algún momento su presencia torcía rostros, hoy en día es valorado por su futbol —que llegó a su fin como profesional en 2009, tras cuatro temporadas con el Inter de Milán— y no por el color de las playeras que portó.
No cabe duda que deportivamente, Figo fue dos veces gigante por haber brillado en los dos equipos más respetados de España, llevando así la rivalidad —y en el futbol este concepto es algo bueno que sólo suma al espectáculo— a un nuevo nivel de intensidad.
Pero Figo, actual asesor de la Liga de Campeones de la UEFA, también fue dos veces grande en la vida porque no sólo cargó con la felicidad de millones de aficionados, sino que actualmente apoya a niños como embajador de Laureus. “Tan sólo ver sus sonrisas puede cambiarte el día. Un acción pequeña puede minimizar lo que ellos están sufriendo o motivarlos. Estos son los momentos en los que te as cuenta de la diferencia que el deporte puede tener en las vidas de tantas personas”.