Se llamó Festival Rock y Ruedas de Avándaro, ocurrió el sábado 11 de septiembre y domingo 12 de septiembre de 1971, en la localidad de ese nombre, en el Estado de México, a un par de horas de la capital. Avándaro es un punto de quiebre en la historia del rock mexicano, también un ejemplo que a la fecha se utiliza cuando de la prensa y su distorsión amarillista se habla. Avándaro fue y es muchas anécdotas, historias, mentiras y más, pero más allá de lo que cuentan las leyendas, de lo que se lee aún en los medios ¿qué hay detrás de Avándaro, quiénes lo organizaron?
Justino Compeán detalla el origen del legendario Festival de Avándaro
La historia comienza como muchas otras en el cine o la literatura. Dos jóvenes, ambos con los 30 años recién cumplidos, ingenian un modelo de negocio que parece interesante, fructífero. La oportunidad se presenta ante sus ojos y ellos, quienes en sus agendas tenían los contactos suficientes, los teléfonos adecuados y conocían los pasos que debían seguir para llevar a cabo un evento multitudinario, ponen en marcha el plan: todo estaba planeado para ocurrir en septiembre de 1971, el Festival Rock y Ruedas de Avándaro sería una fiesta automotriz, con las carreras como eje temático, pero diversos factores no permitieron que las cosas sucedieran del modo que los organizadores se imaginaron –hoy podríamos decir-, para fortuna de todos.
Estos dos jóvenes mexicanos eran Eduardo Negrete “El Negro”, y Justino Compeán, egresados de la carrera de Administración de Empresas en la Universidad Iberoamericana, amigos íntimos con muchas anécdotas en común e incluso muchas de ellas por venir en ese entonces, pero ninguna tan emblemática como Avándaro , como el día que esperaban a 25 mil personas y recibieron a 250 mil.
“En 1971 ya no había ningún empresario que financiara las carreras de Avándaro, por eso Eduardo Negrete, quien tenía pasión por el automovilismo, decidió invertir. Me pidió que consiguiera patrocinios y así empezamos a formar todo. En ese entonces acababa de suceder Woodstock, en 1969, por eso yo le propuse a Eduardo hacer un festival de rock el sábado, una noche antes de las carreras. La idea era comprar los tiempos en Telesistema Mexicano, que entonces era el canal 4, ahí pasaríamos los spots que yo conseguiría.
Era un modelo de negocio que se veía bien, que podíamos repetir más adelante, teníamos los conocimientos para hacer un buen ejercicio empresarial”, comparte para LifeAndStyle Justino Compeán, un rostro muy familiar para los aficionados del futbol en México, ya que presidió durante 10 años la Federación Mexicana de Futbol, pero quien en ese entonces, como vicepresidente de la empresa McCann Erickson , tenía ya cierto tramo recorrido en el sector de la publicidad, posición que le favorecía para aceptar la propuesta de su entrañable amigo. Era un negocio rentable, con oportunidad de crecimiento y que podía repetirse en años venideros. Sonaba extraordinario.
Patrocinios, gastos y Vicente Fox
Una pieza clave en el desarrollo de la organización, fue el apoyo que recibió Avándaro por parte de Coca-Cola: “Conseguimos nuestro primer patrocinio con Coca-Cola, ahí recibimos la ayuda de Vicente Fox, quien también fue nuestro compañero de generación. Le presentamos el proyecto de Rock y Ruedas y le gustó, nos dio el primer auspicio y con eso echamos a andar la maquinaria”, recuerda Compeán. En 1971, el ahora expresidente de México, Fox, laboraba en la famosa refresquera como Director de Mercadotecnia. Al final de su recorrido por la empresa, Fox fungió como presidente de la División de América Latina.
Conseguimos nuestro primer patrocinio con Coca-Cola, ahí recibimos la ayuda de Vicente Fox, quien también fue nuestro compañero de generación
Entre muchos otros gastos, Avándaro necesitó comprar tiempos de televisión, asegurar las unidades crucero, comprar fianzas, rentar la pista, alquilar las cabañas del Club de Golf Avándaro , montar el escenario, las torres para las cámaras de televisión… Una inversión inmensa, que poco a poco se fue logrando y que terminó por generar una expectativa alta, la gente dejó de lado el espectáculo automotriz y se concentró en el concierto, 12 horas consecutivas de rock and roll. Pero para que esto sucediera, la publicidad radiofónica jugó un importante papel, persuadió a niveles que nunca imaginaron.
“Recurrimos al radio para la promoción del festival de rock. La televisión solo publicitaba que el domingo habría una transmisión de carreras, pero para vender los 25 mil boletos que teníamos presupuestados, fuimos a la radio para promocionar la música. Nos ayudó mucho el Grupo Radiofórmula , con Don Julio Velarde, quien era el presidente comercial. Él me propuso que si le daba los derechos de transmisión para pasarlo en vivo en la radio, nos publicitaría”, explica Compeán y hace énfasis en este acuerdo, ya que, de no haberse concretado, tal vez muchas de las bandas que tocaron en Avándaro no habrían ido. Después de las primeras invitaciones y múltiples rechazos, fueron varias las agrupaciones roqueras que, con el bombardeo radiofónico, se convencieron de unirse al cartel.
Así fue como los 25 mil que esperábamos se convirtieron en 250 mil
“Así fue como los 25 mil que esperábamos se convirtieron en 250 mil”, dice Compeán vía telefónica. Su tono y la velocidad de las palabras lo delatan, hablar públicamente de Avándaro, de su vida hace 50 años, le genera un gusto particular que no había podido explotar antes.
El evento y la resaca mediática
Llegado el fin de semana del festival, los organizadores comenzaron a entender la magnitud de la convocatoria. La cantidad de gente arribando a la locación era tanta, que se perdió el control de ingresos, la gente entró en su mayoría gratis y los accesos terrestres se bloquearon, provocando inclusive la ausencia de uno de los artistas confirmados, Javier Bátiz.
Cuando Compeán y compañía dimensionaron la cantidad de gente alojada en Avándaro, concluyeron que sería imposible la carrera del domingo y se dirigieron con las escuderías: “Hablamos con ellos para cancelar la carrera, en el entendido que podría ser muy peligroso por la cantidad de gente que llegó. Dijimos que haríamos carreras después, aunque eso jamás pasó”, agrega entre risas.
Hubo una gran convivencia, todo el mundo compartió todo, las bebidas, los alimentos, todo
¿Y la seguridad? El dispositivo de seguridad planeado fue totalmente rebasado, claro está, pero la organización del festival puso en marcha una estrategia que, de acuerdo con Compeán, sí resultó: “A los más brabucones, los más altos y fornidos que bajaban de los camiones les dábamos el brazalete de orden, lo que nos ayudaba a que la organización se mantuviera. Hubo una gran convivencia, todo el mundo compartió todo, las bebidas, los alimentos, todo”.
Esa imagen de descontrol, de caótica convivencia plagada de estupefacientes, degenere y más, fue construida por la prensa. De primera instancia, el gran tumulto los impresionó; algunos periodistas llegaron el sábado y la marea de personas en Avándaro inspiró las primeras crónicas alarmantes. “La realidad es que no pasó nada de gravedad ni mucho menos, hubo algunas situaciones desde luego, como la famosa encuerada de Avándaro. Pero no hubo ninguna desgracia que lamentar, nosotros para el domingo estábamos muy contentos, habíamos logrado el acuerdo con las escuderías que ya no corrieron, nos había gustado el resultado y pensábamos que podíamos hacer eso en el futuro nuevamente”.
Compeán, junto a su amigo y socio, se imaginaba repitiendo el festival, reuniendo a tanta gente una vez más para disfrutar en masa. Pero llegando a la Ciudad de México, el lunes, la prensa y los noticieros, toda la información golpeaba al evento y la organización. “El gobierno estaba desorientado por toda la información, y el contexto no ayudó, había mucha represión contra la juventud. Acababa de suceder el 68 tres años antes, y los Halcones de 1971”.
Las crónicas que Compeán sintonizó en radio y las páginas de los periódicos que leyó no cuadraban con la realidad. Eduardo Negrete y él fueron incluso a la Procuraduría para aclarar lo que sucedió, pero su versión poco fue replicada. “Así empezaron los problemas para nosotros, por lo que contó la prensa”, dice.
Después de pasar uno de los fines de semana más significativos de su vida, en 1971, se mudó a Brasil. La empresa McCann Erickson –con la recomendación de Vicente Fox- lo envió como blindaje, como protección, y allá vivió cuatro años. En un negocio como la publicidad, dice Compeán, “dependes de tus clientes, y si pierdes la confianza de ellos no hay cómo recuperarse”.
De 31 años, casado y con tres hijos, Compeán se fue a Brasil, donde cumplió su contrato de cuatro años y, afortunadamente, vivió muy bien. “Iba cada viernes al consulado para leer los periódicos, no había redes sociales ni nada parecido. El cónsul me permitía leer cómo estaba el asunto, la imagen de nosotros involucrados en Avándaro”.
En 1971, con 31 años, Compeán organizó Avándaro junto a uno de sus más entrañables amigos. Hoy, con 81 años y el mismo color de voz que le recordamos de tantas y tantas conferencias de prensa, Compeán mira hacia atrás y sonríe. Rememora con cariño su vuelta a México en 1975, después de esos cuatro años de bajo perfil en Sudamérica. “Cuando llegué de vuelta a México me reincorporé al equipo en el que estaba, me abrieron las puertas y terminé mi trayectoria en esa empresa, McCann Erickson, en 1978, como el primer mexicano presidente de la empresa”.
Iba cada viernes al consulado para leer los periódicos, no había redes sociales ni nada parecido
La carrera empresarial de Justino Compeán tuvo varios matices, hasta llegar a Televisa en 1981. Ahí se desempeñó como vicepresidente del Comité Organizador de la Copa del Mundo México 1986, fue presidente de los Videocentros, presidente del Telesistema Mexicano y muchas otras actividades más, hasta que, llegado el nuevo siglo, el futbol le abrió las puertas.
“En el año 2000 me invitan a ser el presidente del Necaxa. Seis años después entro a la Federación Mexicana de Futbol y, como presidente de esta organización, duré 10 años. Salgo en 2016 y, honestamente, ahora cinco años después de mi salida de la FMF, platico por primera vez de estas experiencias de Avándaro. Muchas anécdotas”, señala Justino Compeán, justo ante de recordar que Alex Lora, el mítico roquero de estas tierras, conoció a Chela Lora, su esposa, precisamente en el Festival de Avándaro.
Yo estuve en Avándaro
En 2016, Federico Rubli publicó Yo Estuve en Avándaro (Trilce Ediciones, 2016), libro documental que compila lo ocurrido en aquel fin de semana de 1971, con fotografías de Graciela Iturbide. Este 2021, para el 50 aniversario del Festival, Justino Compeán fue invitado para escribir una introducción, experiencia que atesora con cariño y agradecerá para siempre.
“Él (Rubli) fue como un aficionado más, como un roquero. Escribía en una revista musical, se interesó en ir a Avándaro con los amigos y él narra cómo fue su estancia en el festival. Y además muchos años después se interesa en Avándaro nuevamente y comienza la investigación que se transformaría en este libro, en serio lo recomiendo mucho”, añade Compeán con natural alegría. Da la sensación de que, de nueva cuenta, está organizando Avándaro, pensando en las necesidades del festival, en los múltiples permisos y transacciones que tienen que hacerse para su realización. 50 años desaparecen por medio de una conversación.
Tomó un auto y se fue al cielo, muy curioso
Si bien el extitular de la Federación Mexicana de Futbol fue un pilar para que Avándaro existiera, reconoce que la idea no fue de él, sino de Eduardo Negrete , quien murió curiosamente un 11 de septiembre, en 2005. Y lo enterraron un 12 de septiembre, día en el que Avándaro tenía contempladas las carreras que tanto le apasionaban. “Tomó un auto y se fue al cielo, muy curioso”, menciona Justino Compeán, “hay que darle mucho mérito al Negro, porque si no hubiera sido por su sueño de las carreras, no hubiéramos armado el festival de rock y nada de eso habría sucedido”.
De las casualidades, las eventualidades y los accidentes afortunados, Avándaro se construyó de eso y ahora, medio siglo después, seguimos recordando con un separador especial en la línea del tiempo. Porque el rock es cultura, y las historias detrás de él lo son incluso más.