A pesar del correr del tiempo y los cambios en las tendencias, hay relojes que no pasan de moda, pues el racional detrás de su creación está fuertemente cimentado en principios atemporales. Un claro y bello ejemplo es el Reverso de Jaeger-LeCoultre, un guardatiempos que desde su lanzamiento en 1931 demostró tener vocación de clásico.
Una síntesis de función y forma
Surgido en el apogeo del art déco, su caja rectangular y giratoria se concibió para proteger el cristal del reloj de los posibles golpes durante los partidos de polo. El empresario César de Trey planteó esta situación a Jacques-David LeCoultre y juntos contrataron a René-Alfred Chauvot para que reimaginara un objeto básico del armario masculino, atendiendo a necesidades muy específicas.
El resultado se convirtió en un icono de la relojera suiza por una larga lista de razones. En primer lugar, su diseño inspirado en la proporción áurea es un foco de atención inmediato. Su equilibrada caja rectangular –creada a partir de más de 50 componentes individuales– y sus inconfundibles gallones horizontales se convirtieron en señas de identidad que se han mantenido inalterables con el paso de los años y que cuentan calladamente parte importante de su historia.
El extraordinario diseño giratorio de la caja –que se ajusta perfectamente a la caja integral y que no ofrece ningún indicio de que puede deslizarse– y sus sutiles asas triangulares parecen fluir hacia la atractiva correa.
El modelo original lucía una esfera negra con índices que contrastaban contra ese color de fondo, con lo cual se diferenció de todos los modelos que otras marcas diseñaban entonces.
Las variaciones estéticas comenzaron a surgir poco después de su lanzamiento, con esferas de llamativos colores hechas por encargo en intenso color rojo, marrón chocolate, burdeos o azul. Y, desde luego, estuvo el hecho de que los relojeros de la casa tuvieron que rediseñar la forma de los calibres para adaptarse a la caja. Al día de hoy, más de 90 años después, se han desarrollado y construido más de 50 calibres para la gama Reverso en el valle de Joux.
Diseñado para responder a una necesidad práctica, la parte trasera del Reverso es un lienzo en blanco que ofrece la oportunidad a los artesanos de la casa de mostrar su dominio de técnicas como el grabado, el esmaltado o la pintura, pero también a los propietarios de personalizar sus relojes como lo deseen.
Otra opción es tener una segunda esfera, lo que brinda una segunda expresión del tiempo medianteuna zona horaria secundaria (Duoface) o de la misma hora en otro estilo (Duetto). De esta forma, quien luce un reloj Reverso, puede adaptarlo a cualquier contexto u ocasión.
Si bien algunas de las versiones más modernas del Reverso incorporan distintas complicaciones relojeras, su éxito no reside tanto en la complejidad de sus mecanismos, sino en el valor que encierran su ingeniosa concepción y su perfecta ejecución.
Esta síntesis perfecta de función y forma ha logrado trascender un propósito utilitario y se ha ganado un espacio por derecho propio en los exigentes círculos de la relojería. Pero nada de lo que se pueda escribir se compara con el placer de deslizar la caja sobre su eje y sentir el clic que se genera al asegurarla en su posición. Algunos privilegios solo se reservan para las muñecas de los conocedores.